Hace un año yo estaba junto a mi madre, gastándole
alguna broma en este 28 de diciembre, día de los Inocentes. Hace un año la idea
de la muerte de mi madre ni me pasaba por la cabeza, a pesar de su enfermedad
metastásica. Hace justo un año ella y yo posábamos sonrientes a la cámara y nos
preocupábamos por pasarla bien en fin de año. Pero hoy viernes, 28 de
diciembre, hace tres meses que mi madre murió.
viernes, 28 de diciembre de 2018
viernes, 21 de diciembre de 2018
La novela y los 40 minutos diarios de alegría de mami
La nocturna de la cadena colombiana Caracol es y
será mi novela preferida. Comencé de casualidad a verla con mi madre, y se
convirtió, en sus últimos días, en un espacio para las dos.
Era lo único que la entretenía aquellas horas en que
estaba tan cerca la muerte. Era el momento cuando la veía contenta, emocionada
con los desenlaces de cada personaje. Mandábamos a callar a mi hermana si a esa
hora quería contarnos algo, atendía yo a las visitas si llegaban a las 11 am
para que mami pudiera seguir viendo la novela, hasta Jose Kmilo sabía que
cuando sonaba la alarma del celular era porque: “Abuela, la novela”. Él y yo
cantábamos la canción de portada y mami se sonreía al vernos.
viernes, 14 de diciembre de 2018
La sexta después del ángel
La tumba de mi madre es la sexta después del ángel.
Es fácil llegar, al menos para mí. Mi cuerpo va directo, sin buscarla, pero mi
madre no aparece. Mi madre no está en el cementerio.
Allí solo hay una tumba con su nombre y una jardinera
con flores plásticas y reales, en homenaje a una mujer que amaba las rosas y
los girasoles.
Si cuentas seis después del ángel encontrarás una
tumba con el nombre de mi mamá. Y sus mismas fechas de vida y muerte.
Pero sigo diciendo que ella no está allí, aunque
allí repose su cuerpo, ya en descomposición.
Yo no soy de quienes ponen flores a los muertos en
el cementerio. La tristeza es más desgarradora en la soledad. Y a mí que me
desgarre la tristeza, que me sobrecoja el recuerdo de mi hermana Kenia y mi
madre, que tenga a mano una foto para verlas, que nunca olvide sus rostros, sus
vidas.
Por eso no voy al cementerio, ni siento que al no
hacerlo las traiciono. Un día al año, o tres, voy y les pongo flores y les
enciendo una vela. A veces el viento las apaga, a veces las deja quemar.
Mi madre no está en el cementerio. Mi hermana
tampoco. La sexta después del ángel es la tumba de una desconocida. Es lo más
cursi que pueda sonar, pero es una verdad innegable: mi hermana y mi madre siguen
vivas, aunque ya no me puedan abrazar.
viernes, 7 de diciembre de 2018
Remedios naturales, familiares, para el cáncer
Estos remedios los hizo mi mamá desde que fue
operada en 2015 y mi hermana desde que vino enferma en 2013. Ninguno está
probado científicamente. Son apenas consejos de vecinos, amigos, familiares,
desconocidos, o búsquedas en libros e Internet.
A ciencia cierta no podemos decir cuál es más
efectivo que otro. Mi madre confiaba como nadie en la medicina verde y de
alguna forma yo también. Los resultados están ahí: a mi hermana le ayudaron a
sobrepasar en dos años los pronósticos de 6 meses de los médicos, a mi madre la
mantuvieron viva, después casi tres años de operada y con una metástasis
“andando” por su cuerpo.
viernes, 30 de noviembre de 2018
Una madre moderna
“Mientras no te den golpes ni te falten el respeto
grandemente hay que aguantar en un matrimonio, porque si no hay que casarse 60
veces”.
“Pues cásese 60 veces”, le respondió mi madre a una
vecina que trató de encontrar en ella consuelo para las infidelidades de su
esposo.
Mi madre, que fue violentada muchas veces, de muchas
maneras (quién no lo ha sido en este mundo machista?) pero no fue hasta sus últimos años que entendió de violencia de género, de
empoderamiento femenino.
domingo, 25 de noviembre de 2018
Violencia de género: Voy a empezar por mi hermana Kenia
Voy a empezar por mi hermana Kenia: paciente con
cáncer a quien su marido de varios años
de unión consensuada le pidió, 10 días antes de salir de misión al extranjero,
una “prueba de amor”: casarse por la ley.
Ella accedió y esa fue su sentencia: él vendió todas
sus joyas y ropas, se mudó con su amante a la casa (la de mi hermana, hecha a
puro sacrificio con otro esposo muchos años antes de conocer a este susodicho),
nunca le guardó su salario, se gastó todo el dinero que mi hermana le dejó en
una tarjeta como beneficiario y a base de cambiarle el juego y hacerse la
víctima, la engañó.
En la familia no quisimos hacerle presión a mi
hermana después de intentarlo y ser creídos a medias. ¿Qué podía resolver ella
a tantos kilómetros de distancia, sin una fecha aún de regreso, sin una prueba?
Pero le dio cáncer y todo cambió.
viernes, 23 de noviembre de 2018
Cábalas de vida y muerte. Cábalas de viernes.
Alguien me dijo yo me invento cábalas. Cábalas de
vida y muerte. Que necesito hallarle a todo coincidencias, presagios. Yo no me
invento cábalas, la vida me las da.
Todo empezó con Marisol, la hermana más pequeña de
mi madre que murió a los 14 años, un 7 de noviembre, el mismo día del
cumpleaños de otra de sus hermanas. Así inició la maldición de los Ibarra
Torres: una triste coincidencia entre fechas de muerte y nacimientos.
viernes, 16 de noviembre de 2018
La enfermera especial
A mi madre le costó reconocer que se volvía dependiente. Hacia sus últimos meses de vida se lamentaba por ser una carga para sus dos hijas. Aligeraba el peso siempre que podía. Aprendió a vomitar en silencio para no molestar a nadie, a soportar las ganas de orinar en la madrugada para que nadie tuviera que levantarse, a buscar la forma de acomodar su cuerpo para evitar las escaras, a sacar las últimas fuerzas para ir sola al baño.
Ni enferma, ni ya casi sin fuerzas, mi madre quiso
toda la atención para ella. Nunca renunció a su independencia. Pero a veces el
cuerpo no responde, se revela, no hace caso.
Cuando ya no pudo hacerlo sola, me miraba con
resignación. Yo trataba de consolarla recordándole cuánto hizo lo mismo por
nosotras cuando éramos niñas: “ninguna de las tres me dio trabajo nunca”, me
respondía ella.
Yo era feliz echándole el agua, aunque eso
significara una herida tras cada roce.
La última vez que la bañé me dijo que yo era
su enfermera especial. Ese día, tras una convulsión, sonrió de alegría por el
baño que le había dado. Fue la última vez que la vi sonreír.
viernes, 9 de noviembre de 2018
Morir con los ojos abiertos
La mayoría de la gente muere con los ojos abiertos.
Hay que cerrárselos. Incluso aquellos que mueren encamados, mueren con los ojos
abiertos. No puede ser de otra manera cuando estamos vivos.
Entonces, cuando alguien muere con los ojos
abiertos, hay que cerrárselos, aunque yo no sepa por qué. Quizás pensamos que
así, como dormidos, ya descansan en paz; quizás no queramos que sigan mirando
al mundo, que nos sigan mirando.
A veces creo que es algo más simple: cuando una persona muere, mientras tenga los ojos abiertos, puede mirarnos dentro.
viernes, 2 de noviembre de 2018
Mamá casi al final*
Mi pobre madre yace moribunda en una cama. Aun así
debe ser de los pocos pacientes que esperan una ligera mejoría para recibir
quimioterapia. A ella cada sesión, cada ciclo de citostático, la hizo feliz: le
daba esperanza.Ahora ya su cuerpo no soporta esa fórmula química
hecha para matar células, buenas o malas sin discriminación. Ahora su cuerpo no
sostiene los vómitos, que vienen seguidos de cada comida —como mal augurio— que
traen restos de comida putrefacta; y gotas de sangre; y un líquido amarillo,
espeso, que nadie sabe explicarnos qué es, que tampoco nosotras queremos saber
jueves, 1 de noviembre de 2018
Leñadora fuera del bosque
Por vivir desde hace 7 años fuera mi provincia ir al
estadio bien podría parecer un suicido. Ni el disimulo de no vestir mi pulover
de Las Tunas puede esconder mi procedencia oriental. Un hit, un jonrón, una
carrera me levanta del asiento, me saca un par de gritos y chiflidos, me
delata.
Sigo a Las Tunas desde siempre, y por eso he tenido
que aguantar “palestina” en el estadio de Camagüey, burlas en el de Cienfuegos,
improperios en el de Granma, miradas ofensivas en el de Villa Clara.
viernes, 26 de octubre de 2018
Yo soy un poco mis propios muertos.
Unas semanas antes de morir mi madre se sabía
llegando a su fin. Ni ella ni yo creíamos en aquello de la resurrección, de la separación
del alma y el cuerpo, del viaje hacia un lugar feliz. No creíamos y aún así nos
dimos el aliento de que ella pudiera abrazar a mi hermana Kenia otra vez.
viernes, 19 de octubre de 2018
Cáncer: te confieso mis miedos
El día que el médico de guardia me examinó los
senos, yo ni siquiera podía excitarme con su cara de doctor lindo. Estaba
asustada.
Mis miedos comenzaron en 2013, pero no con el cáncer
de seno de mi hermana Kenia. Mis miedos comenzaron un domingo mucho después,
con mis propios dolores en los senos… y no se han marchado más.
Chao pescao
Jose dice que mami se fue al cielo en un avión de
colores. Cuando quiere verla solo mira hacia arriba y llama a abuela Mirtha. La
relación de ellos era especial, como la de casi todos los abuelos y sus nietos.
Se querían, aún cuando en los últimos meses ella ya no podía ayudarlo a recoger
los juguetes, ni hervirle la leche, ni mucho menos hacer planes para que fuera
ella quien le anudara la pañoleta azul. Contra su corazón mi madre decidió
desprenderse un poco de JK para que cuando ella muriera todo le fuera más fácil
al niño. Pero hay lazos que ni conscientemente pueden cortarse. Jose era uno de
ellos.
viernes, 28 de septiembre de 2018
Mami: despedida de duelo
Las Tunas, septiembre 28/2018
Para lo único que mi madre no tuvo valor fue para
quitarse la vida, justo cuando su vida llegaba al final. Una vez, hace años, me
prometió que se quitaría la vida si se volvía dependiente, si volvía el sufrimiento
de aquellos días de julio cuando murió mi hermana Kenia. Pero no pudo cumplir
con su promesa. Al contrario, cada mañana agradecía a Dios por abrir los ojos y
despedir a José Kmilo antes de irse a la escuela, (“Chao pescao”— justo sus últimas
palabras este 28 de septiembre— “A la vuelta picadillo siempre respondió él” )
y agradecía también tomarse la leche caliente que le preparaba mi hermana, y
sentarse conmigo a ver la novela de las 11. Mami no quería morir, aunque le
doliera ser una carga para nosotras, y nos mirara con vergüenza cuando no podía
bañarse sola o sostenerse por sus propias piernas.
martes, 17 de julio de 2018
Los muchachos del grupo 5
A los muchachos del grupo 5 (2003-2006)
del IPVCE de Las Tunas les decían el búcaro. Eran siempre el centro. Tanto así
que estuvieron un año cantando en público el himno nacional para que “la
escuela entera aprendiera a hacerlo”. Eran conocidos por sus concursantes de
conocimientos (tan buenos que hoy uno trabaja para Google), por sus ruedas de
casino, su peña de rockeros y el octeto de hembras.
No había parejas en el grupo, pero
nadie puede negar que se quisieran.
jueves, 31 de mayo de 2018
Sombrillas, goteras, mala suerte y rayos
Mami siempre ha dicho que las sombrillas abiertas
bajo techo traen mala suerte y atraen rayos. Y no podría ser de otra manera. ¡Qué
buena suerte puede tener una familia estafada, dos veces!¡Mal rayo les parta! No
bastó con que las mantas de impermeabilización fueran sustraídas de alguna
construcción estatal, o que el gas para el trabajo tenga que ponerlo el
cliente, o que el precio final sea una exorbitante cifra en CUC.
miércoles, 31 de enero de 2018
Las Tunas: si no somos campeones ¿qué nos queda? (+ Videos)
El sabor del segundo lugar es agridulce. Agridulces son los sueños que casi se tocan. Ese de ser campeones nacionales y llegar a la cima, tras una carrera desbocada, por primera vez.
Los Leñadores de Las Tunas fueron segundos y lo fuimos nosotros que los seguimos. Durante la final Granma jugó mejor, no hay dudas, por eso ganaron. La vida, pocas veces como esta, es justa.
viernes, 26 de enero de 2018
El tumbao de la conga granmense (+galería)
Tengo en el corazón el tumba´o de la conga granmense, el ritmo de las palmadas del equipo contrario animando a sus jugadores. Tengo en el pecho una sensación que me acobarda, que me desesperanza, que me tumba.
No puedo con la presión de tener a mi equipo en una final. No caben dudas. Lo confieso, soy cobarde. No estoy hecha para estas tensiones. He rezado todos los Padre Nuestro y Avemaría de mil 500 biblias. He hecho mil 500 promesas a la Virgen, mil 500 velas. Le he hablado al televisor; he gastado el saldo de mi teléfono con mensajes sin palabras; he emplazado a un desconocido en la guagua; he dicho todas las palabras prohibidas por obscenas; he tomado tilo, clordiazepóxido, diazepan.
Ha acabado conmigo el Play Off. No sentía esta agonía desde el Primer Clásico Mundial. No me pesaba tanto un segundo lugar desde ese 2006. Yo soy una mujer de primeros o de ninguno. Así nos educaron en Cuba, así nos educaron mal.
No acepto la derrota, ninguna. Mucho menos cuando suena tan seguido, así, como el tumba´o de la conga granmense. Espero que en Las Tunas se detenga o si no se detendrá mi corazón.
jueves, 18 de enero de 2018
De cómo me hice Leñadora: la culpa es de mis padres (+Galería)
La culpa de todo la tienen mis padres. Boza chiflaba en el balcón con cada hit o carrera. Yo no solo imitaba la posición de sus labios, sino que con el tiempo aprendí a hacerlo. Luego mi madre me acompañó a cada juego de fin de semana, cuando regresaba de la universidad. Allí, sobre el banco de primera, nos colábamos en la peña del CIMEX, saludábamos a Joan Carlos en primera y también a los rivales.
Allí conocí a Los Gurriel, y mami “luchó” pelotas firmadas por los equipos de Santiago de Cuba, Sancti Spíritus, Guantánamo, Camagüey y Las Tunas. Mami tiene carisma para lograr lo que se propone, no hay dudas.
viernes, 12 de enero de 2018
KENIA
A veces me descubro con gestos de mi hermana Kenia: comerme la uña del dedo meñique mientras veo televisión, gestos al reírme, la cara de deseo ante algunos dulces.
Siento entonces que mi hermana me habita, incluso al respirar con dificultad en mis ataques de asma. A esas horas temidas espero sus manos golpeando suavemente mi espalda, masajeando con mentol mi pecho, o simplemente desvelada a mi lado, vigilando mi respiración, monitoreando mis sibilancias.
Este 12 de enero mi hermana hubiera cumplido 50 años. Harán ya casi 3 que murió en mis brazos, que cerré sus ojos, que despedí su duelo. Pocas veces lloro ya, aunque todavía haya dolor.
A veces me descubro con gestos de mi hermana Kenia. Me habita, vive todavía, en mí.
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