Hace un año yo estaba junto a mi madre, gastándole
alguna broma en este 28 de diciembre, día de los Inocentes. Hace un año la idea
de la muerte de mi madre ni me pasaba por la cabeza, a pesar de su enfermedad
metastásica. Hace justo un año ella y yo posábamos sonrientes a la cámara y nos
preocupábamos por pasarla bien en fin de año. Pero hoy viernes, 28 de
diciembre, hace tres meses que mi madre murió.
A veces parece más, a veces parece menos, a veces
parece que no pasó. Me pasa todavía que hay cosas que quiero correr a contarle,
que inconscientemente hay decisiones que no tomo porque me alejarán de ella,
que me parece que falta poco para abrazarla otra vez.
Supongo que es su recuerdo reciente, perenne. Que es
este vacío y esta soledad que me dejó.
Dios sabe que si regreso a Las Tunas este diciembre
de 2018 es por el cumpleaños 65 de mi padre y la presencia de mi hermana y mi
sobrino. La verdad es que deseo sí, que
se termine el año más triste de mi vida,
con el deseo interminable de un abrazo de Mirtha.
Llegará el día primero y la ausencia seguirá, y el
dolor y las lágrimas. Con el inicio del año no se puede hacer borrón y cuenta
nueva. Vendrán ahora los sábados para escribirle cada semana, y sacarme del
pecho estas palabras y recuerdos que se me atragantan. Y esperaré paciente el
reencuentro: mañana, en 2 horas o en 20 años. Necesito reencontrar a mi madre,
necesito besarla.
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