viernes, 15 de mayo de 2015

Este cuadro cubano del siglo XXI

El cuadro imaginario de mi familia ha cambiado mucho hace pocos años. Desde que mi hermana llegó enferma de cáncer de una misión en Venezuela, ya no somos los mismos. Tres mujeres de varias generaciones, aún llenas de sueños componen esta pintura cubana del siglo XXI. Tres mujeres y un niño de dos años, aún con pocas palabras por decir, pero mucho cariño que expresar.
Desde afuera contemplo a mi familia. Llena también de contradicciones y de interrogantes. Atenta para ver cómo distribuyen el salario de mi hermana Ara, la chequera de mi mamá o el dinero por certificado médico.  Ansiosa de poder enviarles mucho más que unos pocos pesitos al mes, esos mismos que completan mi salario cuando me enrumbo en guagua a verlas, al menos ahora, una vez cada 45 días.
A veces como ahora, no sé dónde colocar este cuadro cubano del siglo XXI, si meterlo en una maleta y llevármelo a la mitad del mundo, cargarlo en mis hombros entre viento, mareas y huracanes, o acabarme de incluir, otra vez en él.
Yo no quiero que pierda los colores, ni el brillo, pero el tiempo pasa irremediablemente sobre todo, incluso por este cuadro imaginario.
Otra  vez me toca meterlo en la mochila que me acompaña desde la universidad y empezar el viaje de regreso a esta otra casa surgida del amor. ¿Hasta cuándo me estaré marchando?, ¿hasta cuándo estaré volviendo? Existirá alguna forma de juntar ambos hogares, y pintarme en este cuadro de familia que tristemente ahora contemplo.

No lo sé. Con cada despedida, vuelven los grises a aguarme la mirada, y me parece que la vida se derrite como aquel cuadro de la persistencia la memoria de Salvador Dalí. ¿Cómo pinto de alegría este cuadro cubano del siglo XXI?, que no es otra cosa, que mi familia.

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