Mi mamá cumplirá en octubre 64 años. Recuerdo cuando estaba en el círculo infantil y la escuela primaria, que mis compañeros solían llamarla mi abuela por la diferencia de edad entre mi mamá y sus madres.
Con 50 años mamá me llevaba en bicicleta a todos lados, aunque yo ya supiera montar, e incluso llevara a mi hermana Ara cuando me obligaba a hacerlo.
Solo una vez traté de montar a mi mamá. Vio que casi no podía con su peso y nunca más dejó que lo intentara.
Cuando estudié en la “vocacional” mamá pasaba todos los días en su bicicleta china, que se había ganado por sus resultados constantes como mejor trabajadora.
Nunca me llevó comida al pre, no porque me quisiera menos que aquellas madres que todos los días llevaban comida a sus hijos, sino porque era su forma de enseñarme a compartir con los demás lo que nos tocaba por igual a todos.
Mamá lo ha compartido todo en su vida, pero la vida no le ha sido del todo a agradecida, ni si quiera su familia.
En la “vocacional” sufrió mi primera gran perreta por no querer quedarme allí después que me habían cambiado la litera y posición de la cama, aguantó con fuerzas pero nunca se doblegó. “Aquí debes estar”, me dijo; y fueron esas jornadas en el Luis Urquiza, de los mejores momentos de mi vida, dónde hice varios de mis mejores amigos.
Cuando entré a la universidad ella temía porque no quisiera estar becada allí. Supo siempre que para mí estar lejos de la familia era una castigo. Por eso empezó a temer cuando me gustaba estar todo el tiempo en la universidad y me hice novia de un muchacho que no vivía en Las Tunas.
Mamá sabía que eventualmente me separaría de ella y a pesar de ello nunca me exigió estar a su lado ni agradecerle por todo lo que había hecho por mí.
El día que me alejé del hogar, un 29 de agosto como hoy, mamá no pudo despedirme.
Lloraba desconsoladamente como una madre a quien le arrebatan un hijo. Aún no se acostumbra a verme lejos, cada día me dice que me extraña y yo también lo hago.
Mamá tiene miles de defectos pero sé que Dios no me la pudo dar mejor.
Aun estando lejos ha compartido conmigo cada uno de mis desvelos. Cuando me enfermo y ella está lejos sé que no está bien, no porque no confíe en el buen cuidado de Migue, sino porque no hay nada como el cuidado de una madre.
Cuando voy a visitarla no me deja hacer nada, solo quiere que esté allí, disfrutando del que una vez fue y será siempre mi hogar.
Mi mamá pasó sin mí este último domingo día de las madres y no me lo voy a perdonar nunca. Para colmo de males, también mi hermana Kenia estuvo lejos.
No haberla tenido para darle un abrazo o el beso en la mañana o el felicidades a las doce de la noche, es una carga demasiado triste.
Mamá lo es todo para mí y solo le pido a Dios que me la cuide y le de mucha salud, porque por esa diferencia de edad abismal que nos separa temo cada día el que no me acompañe más.
Mamá va a cumplir 64 años y yo apenas 25 y cuánto quisiera que fuera al revés. Te quiero mucho mamá.
me has hecho llorar con esas palabras tan bellas, un saludo a mirtha q desde aqui me acorde de su cumple.
ResponderEliminarMe has hecho salir las lagrimas con estas lineas, un beso a mirtha, yo tampoco pude felicitarle.
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