Cuando Antonio se dispone a iniciar la faena,
tiene todo cuanto le hace falta para sacar adelante el negocio: harina, sal,
aceite, queso, jamón… Sin embargo, a la hora de justificar el origen de esos
recursos, su ingenio sucumbe al dilema que afecta al resto de los
cuentapropistas: ¿quién provee la materia prima?, ¿a qué gato le pongo el
cascabel?
El fenómeno parece tan complejo como los
argumentos sobre el umbral del mundo. Cada cual inventa su propia teoría para
evadir la verdad, pues de saberse, una gran explosión sucedería: ¡¡¡Big Bang!!!
Imaginen, probadas hipótesis, algunas llevadas a la certeza conferida por un
papel, quedarían desechas, al punto de conceder un espacio a las suposiciones.