
Mi hermana Kenia no solo me legó el gusto por la
declamación, sino además esa sicología política cuyo término aprendí luego en
la universidad.
Crecí en una familia eternamente fidelista y revolucionaria y mis convicciones las
llevo en la sangre como un leucocito más.
Debe ser por eso que el destino de la América Latina y más en particular de Venezuela no me es ajeno, pero… ¿es acaso ajeno para
algún cubano el destino del pueblo de Bolívar?
Desde aquellos días que mi madre me recitaba de
memoria los primeros párrafos de los Tres Héroes
de José Martí, comenzó mi apego hacia esa gente.
Luego Fidel y Hugo
Chávez, -cuya muerte aún me estremece-, nos hermanaron
para siempre.