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viernes, 14 de diciembre de 2018

La sexta después del ángel



La tumba de mi madre es la sexta después del ángel. Es fácil llegar, al menos para mí. Mi cuerpo va directo, sin buscarla, pero mi madre no aparece. Mi madre no está en el cementerio.
Allí solo hay una tumba con su nombre y una jardinera con flores plásticas y reales, en homenaje a una mujer que amaba las rosas y los girasoles.
Si cuentas seis después del ángel encontrarás una tumba con el nombre de mi mamá. Y sus mismas fechas de vida y muerte. 
Pero sigo diciendo que ella no está allí, aunque allí repose su cuerpo, ya en descomposición.
Yo no soy de quienes ponen flores a los muertos en el cementerio. La tristeza es más desgarradora en la soledad. Y a mí que me desgarre la tristeza, que me sobrecoja el recuerdo de mi hermana Kenia y mi madre, que tenga a mano una foto para verlas, que nunca olvide sus rostros, sus vidas.
Por eso no voy al cementerio, ni siento que al no hacerlo las traiciono. Un día al año, o tres, voy y les pongo flores y les enciendo una vela. A veces el viento las apaga, a veces las deja quemar.
Mi madre no está en el cementerio. Mi hermana tampoco. La sexta después del ángel es la tumba de una desconocida. Es lo más cursi que pueda sonar, pero es una verdad innegable: mi hermana y mi madre siguen vivas, aunque ya no me puedan abrazar.  


viernes, 7 de diciembre de 2018

Remedios naturales, familiares, para el cáncer



Estos remedios los hizo mi mamá desde que fue operada en 2015 y mi hermana desde que vino enferma en 2013. Ninguno está probado científicamente. Son apenas consejos de vecinos, amigos, familiares, desconocidos, o búsquedas en libros e Internet.
A ciencia cierta no podemos decir cuál es más efectivo que otro. Mi madre confiaba como nadie en la medicina verde y de alguna forma yo también. Los resultados están ahí: a mi hermana le ayudaron a sobrepasar en dos años los pronósticos de 6 meses de los médicos, a mi madre la mantuvieron viva, después casi tres años de operada y con una metástasis “andando” por su cuerpo. 

viernes, 23 de noviembre de 2018

Cábalas de vida y muerte. Cábalas de viernes.



Alguien me dijo yo me invento cábalas. Cábalas de vida y muerte. Que necesito hallarle a todo coincidencias, presagios. Yo no me invento cábalas, la vida me las da.
Todo empezó con Marisol, la hermana más pequeña de mi madre que murió a los 14 años, un 7 de noviembre, el mismo día del cumpleaños de otra de sus hermanas. Así inició la maldición de los Ibarra Torres: una triste coincidencia entre fechas de muerte y nacimientos.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Morir con los ojos abiertos



La mayoría de la gente muere con los ojos abiertos. Hay que cerrárselos. Incluso aquellos que mueren encamados, mueren con los ojos abiertos. No puede ser de otra manera cuando estamos vivos.
Entonces, cuando alguien muere con los ojos abiertos, hay que cerrárselos, aunque yo no sepa por qué. Quizás pensamos que así, como dormidos, ya descansan en paz; quizás no queramos que sigan mirando al mundo, que nos sigan mirando.

A veces creo que es algo más simple: cuando una persona muere, mientras tenga los ojos abiertos, puede mirarnos dentro.

viernes, 26 de octubre de 2018

Yo soy un poco mis propios muertos.



Unas semanas antes de morir mi madre se sabía llegando a su fin. Ni ella ni yo creíamos en aquello de la resurrección, de la separación del alma y el cuerpo, del viaje hacia un lugar feliz. No creíamos y aún así nos dimos el aliento de que ella pudiera abrazar a mi hermana Kenia otra vez.

viernes, 19 de octubre de 2018

Cáncer: te confieso mis miedos



El día que el médico de guardia me examinó los senos, yo ni siquiera podía excitarme con su cara de doctor lindo. Estaba asustada.
Mis miedos comenzaron en 2013, pero no con el cáncer de seno de mi hermana Kenia. Mis miedos comenzaron un domingo mucho después, con mis propios dolores en los senos… y no se han marchado más.

viernes, 28 de septiembre de 2018

Mami: despedida de duelo



Las Tunas, septiembre 28/2018

Para lo único que mi madre no tuvo valor fue para quitarse la vida, justo cuando su vida llegaba al final. Una vez, hace años, me prometió que se quitaría la vida si se volvía dependiente, si volvía el sufrimiento de aquellos días de julio cuando murió mi hermana Kenia. Pero no pudo cumplir con su promesa. Al contrario, cada mañana agradecía a Dios por abrir los ojos y despedir a José Kmilo antes de irse a la escuela, (“Chao pescao”— justo sus últimas palabras este 28 de septiembre— “A la vuelta picadillo siempre respondió él” ) y agradecía también tomarse la leche caliente que le preparaba mi hermana, y sentarse conmigo a ver la novela de las 11. Mami no quería morir, aunque le doliera ser una carga para nosotras, y nos mirara con vergüenza cuando no podía bañarse sola o sostenerse por sus propias piernas.

viernes, 12 de enero de 2018

KENIA



A veces me descubro con gestos de mi hermana Kenia: comerme la uña del dedo meñique mientras veo televisión, gestos al reírme, la cara de deseo ante algunos dulces.
Siento entonces que mi hermana me habita, incluso al respirar con dificultad en mis ataques de asma. A esas horas temidas espero sus manos golpeando suavemente mi espalda, masajeando con mentol mi pecho, o simplemente desvelada a mi lado, vigilando mi respiración, monitoreando mis sibilancias.
Este 12 de enero mi hermana hubiera cumplido 50 años. Harán ya casi 3 que murió en mis brazos, que cerré sus ojos, que despedí su duelo. Pocas veces lloro ya, aunque todavía haya dolor.
A veces me descubro con gestos de mi hermana Kenia. Me habita, vive todavía, en mí.


miércoles, 30 de noviembre de 2016

Lloré tarde a Fidel



A Kenia, porque mis lágrimas por Fidel también son tuyas. 
Porque si alguien me enseñó a amarlo, fuiste tú.

 Lloré tarde a Fidel. Así me sucedió cuando murió mi hermana Kenia: no fue hasta ese instante del cortejo fúnebre cuando pensé que no la vería más; no la escucharía más; no tendría más su ejemplo, su cuidado, su protección, la palabra precisa.
Así también me pasa con Fidel, tanto que no quiero llamar a mis padres: no quiero oírlos llorando, ni que me escuchen llorar.
Lloré tarde a Fidel. Una parte de mí se negaba a creerlo por más que lo confirmaran las imágenes en la TV, llamadas y mensajes de amigos, canciones en la radio, banderas y fotos colgadas en los balcones de mi barrio.
Esta mañana puse un girasol frente a su foto, le lancé un beso y al pensar que no podría físicamente recibirlo, ni mis brazos envolver su cuerpo, no pude contener las lágrimas.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

¿Quién es el asesino? Una mirada a los agrotóxicos en la alimentación (+Audio e Infografías)



Mi hermana mayor murió de cáncer. A penas tenía 48 años. El cáncer la mató, a pesar de sus desesperados deseos de vivir, a pesar de que hicimos todo lo posible. … y también lo imposible.  Ese fue el segundo fallecimiento por esa enfermedad en mi familia. Unos 28 años antes, mi abuelo materno, “se fue al infinito”, por un cáncer fulminante en el hígado.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Los rostros del cáncer (+ Infografía)



 A penas diez minutos después de ser diagnosticada con cáncer de pulmón, la profe Josefina prendió un cigarro. “Mi alumna no puedo dejarlo”, me dijo con desgarradora sinceridad. “El estrés y la ansiedad de todo esto solo fumar me lo calma”.
  Independientemente de esta historia, yo he visto el rostro del cáncer. Conozco de muy cerca todas sus caras, y ninguna es agradable.

martes, 4 de agosto de 2015

Flores negras para mi hermana blanca


Extraño mucho a mi hermana Kenia. Hoy hace una semana exacta que murió. Hoy hace una semana exacta que cerré sus ojos, durante mucho tiempo, con mucho esfuerzo, porque parecía que quería seguir mirando la vida con sus ojos pardos.
Mi Ayita, murió en mis brazos. Es la única persona que he visto morir, qué triste que fuera precisamente ella. A menudo pienso en los días en que discutí con ella, o cuando no tenía ganas de hacerle algún favor, y me pregunto si fui una buena y agradecida hermana.
Es normal, me dicen muchos, que piense en cosas como esas, porque ello es también parte de las etapas del duelo. A menudo pienso en la última vez que la vi sonreír así, a carcajadas, incontrolablemente, y a ciencia cierta no recuerdo. 

lunes, 3 de agosto de 2015

Ayita (+Video)




Habrá un día cuando ya no te escriba nunca más, pero en mi mal hábito de pensar que la gente no muere, sino que una deja de verlos porque la vida nos distancia, voy a imaginar que estás en Venezuela todavía, y que como fiel lectora vienes a mi blog a leerte mis páginas.
Qué puedo decirte. Fue dura la despedida, muy dura. El momento más triste de mi vida. Lloré desconsoladamente y mira que intenté ser fuerte. Allí estuvieron todos los que te quisieron bien y mucho, y otros que no se enteraron a tiempo pasaron luego por casa. Mami no resistió el adiós y no nos acompañó en el destino final.
Ella está más calmada, pero no mejor. Aunque disimula muchísimo a veces la encuentro oliendo tu almohada y llorando. Decidió cambiar y dormir en tu cama, cambiamos el cuarto, para que el choque cuando regresó de la funeraria fuera menor, y aunque es cierto y funciona, es imposible no recordarte en cada esquina.

domingo, 2 de agosto de 2015

Esta confesión pública es por ti y para ti, Kenia.



Yo sentí en algún momento que Dios me había abandonado, que se había olvidado de mi familia, que nos castigaba por ser buenos.
Dejé de creer que Él existía y desamparaba a mi madre y a mi hermana mayor, a ella sobretodo que le había entregado incondicionalnenre y solo a Él su alma. Entonces, cuando volvía otra vez a imaginarlo por la casa, o atento cada noche a mis súplicas, Kenia murió.

jueves, 30 de julio de 2015

30 julio 2015 2:00 am



Cuando las luces se apagan vuelven los demonios a atormentarme, cuando ya no hay amigos que atender, visitas con quien hablar o familiares pararecordar vuelven los recuerdos y pienso en mi hermana, y la lloro, y la sufro y la recuerdo, entonces otra vez la muerte deja de ser solo una palabra.
No sé de dónde saqué fuerzas para cerrarle los ojos,  acompañarle en el carro fúnebre, escribir unas cosas y junto a otras más viejas despedir el duelo. La muerte de un ser querido, de tal ser querido me ha hecho más fuerte y también más triste.
Yo también perdí un hermano Haydée, esos seres que se admiran, se idolatran se siguen al fin del mundo y se imitan siempre porque fueron el mejor ejemplo. Justo en la fecha misma de tu muerte comprendí tu dolor al perder a Abel. Sentí otra vez esa conexión con tu espíritu, que se ahora, me escucha atento. Tengo la certeza ahora de que existes.

miércoles, 29 de julio de 2015

Despedida de duelo



 No sé por qué ni cuándo comencé a decirle Ayita a mi hermana mayor Kenia.
Así se quedó en mi corazón, y aunque con el paso del tiempo dejé de llamarla así, ella nunca dejo de sentirse la aya de mi vida.
Y es que realmente mi hermana Kenia, más que una niñera, sinónimo de ese apodo que le dije durante mis primeros años de vida, fue mi segunda madre.
Aún recuerdo mi infancia transcurrir en los pasillos del Politécnico de la Salud de Las Tunas, donde fue profesora durante muchos años. Yo la acompañaba a sus clases y sus reuniones.
Su pequeña oficina a la entrada de la escuela fue el aula perfecta donde aprendí sobre Enfermería, Ortografía y hasta artes escénicas. Porque sí, mi hermana es la mejor declamadora que he conocido. Mi ayita emocionaba a todo el que la escuchara.

martes, 28 de julio de 2015

28-julio 2015 8:00 am



Mi hermana Kenia agoniza, lleva horas con la mirada perdida, los brazos cianóticos y una respiración desesperada como de quien se niega a partir.
Mi hermana agoniza y yo sostengo su mano, peino con mis dedos sus cabellos, mientras pido a algún poder divino que le cierre los ojos y al fin descanse.
Mi hermana agoniza y ya no hay nada q hacer. Está en casa para morir rodeada de gente que la quiere, que la querrá siempre.
Mi hermana agoniza y ahora entiendo aquellos que abogan por la eutanasia, porque a estas horas yo quisiera acortarle su dolor, hacer más corto y menos doloroso su camino a no sé dónde.
Acaba de mirarme, y se que me mira porque no estoy en la dirección d sus ojos perdidos, y le pido que descanse pero no me escucha, como quien se rehúsa a partir. Tanto ha luchado por la vida, aún lo hace.
Mi hermana agoniza y yo estoy sola con ella en casa, velando su última pelea, ahora con la muerte, mas no lleva ventaja.
Mi hermana agoniza, ¿qué puedo hacer?

jueves, 23 de julio de 2015

El cáncer, mi hermana, las ganas de vivir: su ejemplo.





El día que murió Carmen, su hija Yoani me envió un mensaje a las cuatro de la mañana. A esa hora yo iba camino al Ameijeiras con mi hermana para su quimioterapia, de eso ha pasado ya más de un año. Mi hermana ahora es quien agoniza con dolor.
Y cómo puede pedírsele a una madre, a mi madre que olvide la agonía de mi hermana y se cuide ella ahora de su enfermedad, la misma que desde hace dos años consume a Kenia.
Cómo pedirle a mi madre que no continúe postergando su salud por la de mi hermana, a esta altura ya irreversible. Suena egoísta porque por ella ya no puedo hacer nada, mas por mi madre, todavía quedan batallas por librar.