viernes, 28 de septiembre de 2018

Mami: despedida de duelo



Las Tunas, septiembre 28/2018

Para lo único que mi madre no tuvo valor fue para quitarse la vida, justo cuando su vida llegaba al final. Una vez, hace años, me prometió que se quitaría la vida si se volvía dependiente, si volvía el sufrimiento de aquellos días de julio cuando murió mi hermana Kenia. Pero no pudo cumplir con su promesa. Al contrario, cada mañana agradecía a Dios por abrir los ojos y despedir a José Kmilo antes de irse a la escuela, (“Chao pescao”— justo sus últimas palabras este 28 de septiembre— “A la vuelta picadillo siempre respondió él” ) y agradecía también tomarse la leche caliente que le preparaba mi hermana, y sentarse conmigo a ver la novela de las 11. Mami no quería morir, aunque le doliera ser una carga para nosotras, y nos mirara con vergüenza cuando no podía bañarse sola o sostenerse por sus propias piernas.

Su último regalo fue no morirse el día de mi cumpleaños: “No quiero que lo pases triste”, alcanzó a decirme bajito, casi en un susurro. (Una extraña coincidencia conecta el mismo día los cumpleaños a las muertes de mi familia, mamá no quería eso para mí)
“Ya tu madre lo mejor que hace es descansar”, me dijo. “Pero no me llores en vida, no llores a los vivos, que ya tiempo habrá para llorar los muertos”.
Mi madre hizo tanto, por tanta gente, incluso gente que no fue del todo agradecida, y aun así los perdonó y los amó. Nosotras no guardamos ningún remordimiento, aunque no olvidamos.
Ella quería celebrar por todo lo alto su cumpleaños 70 en 2019. Yo le había prometido una gran fiesta, ya ella había invitado a los médicos, a los pacientes, a los amigos, a los familiares, a los desconocidos, a todos cuántos quisieran celebrar la vida.
Quiero pensar que se junta ahora con mi hermana Kenia y que desde algún lugar allí nos miran y cuidan.
Una amiga querida, de esas que supieron estar en las buenas y en las malas, me dejado este mensaje:
“Y lo que aprendemos al compartir con los demás nuestros recuerdos y nuestra tristeza y nuestros pequeños logros es que no pasa nada por sentirse triste. O perdido. O enojado. No pasa nada por sentir infinidad de cosas que puede que otras personas no entiendan, y a veces durante largo tiempo. Cada cual realiza su propio camino. Nosotros no juzgamos Y que, por imposible que pueda parecer al principio, cada uno de nosotros alcanzará un punto en el que se sentirá dichoso por el hecho de que cada persona de la que hemos hablado, a la cual añoramos y cuya pérdida lloramos, estuvo aquí, caminando entre nosotros; y, aunque nos la arrebataran a los seis meses o a los sesenta años, fuimos afortunados de tenerla”.
Nosotros fuimos afortunados de tener, conocer, admirar, querer a mi madre. Vamos a celebrar la vida de una mujer que fue buena con todos, y fue/ es la mujer más valiente que yo haya conocido.
Ella quería flores en su entierro y aquí las tiene todas.
Hace años , cuando yo era una adolescente y no sabía de dolores ni pérdidas, ni pensaba si quiera en su propia muerte, me hizo prometerle que el día de su muerte yo le cantaría una canción que ella adoraba. Mi madre no recordó en sus últimos días aquella promesa. Pero yo sí.
Ve con mi hermana Kenia madre querida. Como mismo me dijiste cuando aceptabas ya tu pronta muerte:  Tú nunca nos abandonarás.




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