viernes, 19 de octubre de 2018

Chao pescao



Jose dice que mami se fue al cielo en un avión de colores. Cuando quiere verla solo mira hacia arriba y llama a abuela Mirtha. La relación de ellos era especial, como la de casi todos los abuelos y sus nietos. Se querían, aún cuando en los últimos meses ella ya no podía ayudarlo a recoger los juguetes, ni hervirle la leche, ni mucho menos hacer planes para que fuera ella quien le anudara la pañoleta azul. Contra su corazón mi madre decidió desprenderse un poco de JK para que cuando ella muriera todo le fuera más fácil al niño. Pero hay lazos que ni conscientemente pueden cortarse. Jose era uno de ellos.

En las mañanas al salir para la escuela mami acostumbró a Jose a responderle “a la vuelta picadillo” cuando ella le decía “chao pescao”*.
El día que murió, en la mañana, ya mi madre casi no hablaba. Quienes la acompañamos en casa esas últimas horas coincidimos en que sacó sus últimas fuerzas para decirle a Jose “chao pescao” cuando salía a la escuela. “A la vuelta picadillo, abuela Mirtha”, gritó con alegría ingenua mi sobrino. Pero no hubo vuelta.
Lo último que hizo mi madre fue despedirse de mi sobrino. A la forma de ellos, para que la muerte no sea muy dura para un niño de 6 años. Ella aguantó para que él no estuviera y no viera su cuerpo inmóvil montarse en un carro fúnebre.
“Abuela Mirtha se fue al cielo en un avión de colores”, repite cuando ve una foto de ella o algo se la recuerda. Y yo miro hacia arriba y también la puedo ver, sonriendo.


*Así dice una canción que sonó mucho en Cuba hace unos años.  Luego la gente le agregó "A la vuelta picadillo".

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