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En las mañanas al salir para la escuela mami
acostumbró a Jose a responderle “a la vuelta picadillo” cuando ella le decía
“chao pescao”*.
El día que murió, en la mañana, ya mi madre casi no
hablaba. Quienes la acompañamos en casa esas últimas horas coincidimos en que
sacó sus últimas fuerzas para decirle a Jose “chao pescao” cuando salía a la
escuela. “A la vuelta picadillo, abuela Mirtha”, gritó con alegría ingenua mi
sobrino. Pero no hubo vuelta.
Lo último que hizo mi madre fue despedirse de mi
sobrino. A la forma de ellos, para que la muerte no sea muy dura para un niño
de 6 años. Ella aguantó para que él no estuviera y no viera su cuerpo inmóvil
montarse en un carro fúnebre.
“Abuela Mirtha se fue al cielo en un avión de
colores”, repite cuando ve una foto de ella o algo se la recuerda. Y yo miro
hacia arriba y también la puedo ver, sonriendo.
*Así dice una canción que sonó mucho en Cuba hace unos años. Luego la gente le agregó "A la vuelta picadillo".
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