
Cuando escucha la sirena del central, Pablo sabe cómo anda la molienda. Los más de 50 años dedicados a la zafra lo han hecho un conocedor de esos asuntos. Criado desde pequeño en el ingenio, el olor y sabor de la caña forman parte de su vida.
Natural de municipio Corralillo, en Villa Clara, su
familia vivía a dos kilómetros del antiguo Ingenio Ramona, hoy Quintín
Banderas. Allí sintió por primera vez el aroma de la caña convertida en azúcar.
“Teníamos una finca cerca del central. Mis padres
trabajaban en el campo, pero también lo
hacían en el ingenio porque era la única forma de ganarse la vida”.