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Y no quiero decir que se le haya olvidado. Pero las circunstancia de su muerte, hicieron que algunos, incluso la llamaran “loca”, y que su nombre y su ejemplo fueran mencionados y seguidos, menos de lo que merecía.
Pero Yeyé fue tal vez la más cuerda de su familia, aunque le gustara irse de parranda a otros pueblos cercanos a Encrucijada, y fuera una fiel fanática de un equipo de pelota, o repitiera varias veces el sexto grado para no dejar de estudiar.
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Haydée, que un 28 de julio de 1980 decidió por primera vez apretar el gatillo y descansar, no descansa. Cual fantasma bendito que no se desprende de los suyos, Haydée no ha muerto, no puede hacerlo, ya lo dijo ella misma una vez: Una bala no puede terminar el infinito.
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