Hay personas en el mundo que destacan irremediablemente más que otras, como si tuvieran una especie de luz. El periodismo, en su tarea de educar, debiera ser la puerta de estas personas, al mundo común. Sin embargo no siempre lo es. A veces el periodismo se olvida de acercar al público a esas personas “iluminadas”.
Este trabajo pretende revelar la inmensidad del accionar de Haydée Santamaría Cuadrado (heroína del Moncada), durante la zafra del 70 (duro período de labores azucareras) en el municipio sureño Amancio Rodríguez, en Las Tunas. Labor dura tras más de 40 años de aquellos sucesos, que por descuido, o tal vez autocensura[1] nunca fueron recogidos.
“El mundo nos lleva a cuesta a todos,
sin embargo no todos llevamos a cuesta el mundo”.
Quizás cuando Yeyé[2] llegó por primera vez a aquel pueblito desolado, de difícil acceso por lo destruido de sus caminos, cuya vida giraba en torno al ingenio de azúcar, y tenía a unos pocos kilómetros el mar, seguramente pensó en José Arcadio Buendía cuando cansado de buscar el océano decidió fundar Macondo en el mismo sitio donde se encontraba .
Seguramente aquel pasaje de Cien Años de Soledad y la magia casi irreal de los habitantes de ese poblado al sur hoy de Las Tunas, hicieron que bautizara a aquel pueblito con el mismo nombre que dio el Gabo al escenario de la novela que le valió el Premio Nobel de Literatura en 1982.
Hasta Amancio Rodríguez había llegado Haydée Santamaría junto a su esposo Armando Hart, para dirigir allí la zafra de 1970, una época en la que Cuba se bañó toda de caña de azúcar.
Aquella "aldea", que quizás parecía detenida en el tiempo la recibió con el respeto y honra que merece una heroína de la Patria, sin imaginar a penas que aquella mujer de cabello lacio y claro, con dos hijos a cuestas, llegaba a cambiar sus vidas.
Haydée y Hart |
A su llegada el matrimonio se estableció en una casa cercana al central, llamada Villa Irene; más tarde se mudan a una vivienda ubicada en la carretera, mucho más amplia, cómoda e independiente.
Cuentan los que fueron sus vecinos, que cada noche abrían sus puertas para que los pobladores cercanos pudieran ver la televisión. En aquella época eran pocos los privilegiados con esos equipos.
Alejado de la carretera central y de la capital provincial, compuesto mayormente por pescadores y campesinos, aquel Macondo cubano, era un sitio donde las condiciones de vida eran muy desfavorables, por lo que mientras Hart arengaba a los macheteros a alcanzar la meta pronosticada en la producción azucarera, Yeyé se dedicó a realizar obras sociales que mejoraran la vida en el pueblo.
Junto a su secretaria Zoila Rosa Rodríguez (Chola) comenzaron a gestar un movimiento que no dejaría desamparado a nadie.
Orlando Torres |
Junto a varios miembros del Poder Local (actualmente Poder Popular), Haydée no solo entregó materiales para la construcción de las casas de los campesinos, también orientó la realización de diversas obras sociales que contribuirían al mejoramiento de la vida en el pueblo, tales como: el acueducto, una pizzería, el hospital, varias escuelas y la vía que une al municipio con la carretera central de Cuba, así como también una ruta por ómnibus con las principales ciudades de la Isla.
Al conocer de su presencia allí los amancieros comenzaron a enviarle cartas trasmitiéndoles cuáles eran sus mayores necesidades.
“Así era que Chola despachaba con Haydée las solicitudes, tal o cuál cantidad de camas, cunas para bebés, sillas de ruedas, sábanas, fundas, toallas, frazadas, zapatos, mesas, etc., etc., entonces, ella llamaba a La Habana o a su hermana Aida, y les explicaba las cantidades qué necesitaba para Amancio”.
“A cualquier hora podía llegar a Amancio un camión con los artículos solicitados, o una rastra con los tubos para el acueducto que se construyó a su solicitud”, continúa Orlando Torres.
Cuando llegaban los artículos Ramón Deyá y Chola los enviaban según la necesidad de cada remitente.
Se le ponía el nombre del destinatario y la dirección al paquete, y los llevábamos personalmente en una camioneta que Haydée destinó con ese objetivo comenta Chola Rodríguez.
Mirtha Ibarra |
“Me dijeron que ese regalito me lo mandaba Haydée. Era una cuna de madera, con un colchón y un juego de sábanas, que tenía a un costado una imagen del Che y al otro una de Abel Santamaría. En esa cuna durmieron mis tres hijas.”
Pero Haydée también sabía quitarse para dar a personas que lo necesitaban. Así fue como algunos amancieros recibieron de ella cunas para sus niños, juegos de cuarto, juegos de vajillas, e incluso, un par de zapatos rojos que un día Nancy Castro Oliva, una trabajadora del Ministerio del Interior le elogió.
Esperanza Reynó |
“Le dio una atención muy especial a los escolares, entre los cuales yo me vi involucrada, pues apenas tenía ocho años. Repartió zapatos para los niños de primaria, unos zapatos españoles y otros plásticos que en aquel momento se comenzaban a fabricar en nuestro país”, rememora Esperanza Reynó, profesora universitaria.
También Haydée se dedicó a homenajear a los mártires que habían caído en las luchas independentistas, y se reunió con sus madres y otros familiares para tratar de resolverles, a cada uno, sus necesidades más urgentes.
Casa entregada a la madre de un mártir |
A algunos se les entregaron casas, otros recibieron sillas de ruedas por estar enfermos e imposibilitados para caminar, y a todos se les entregó un jarrón que fue colocado en las tumbas de sus hijos en el cementerio.
Haydée sabía de la importancia de rendir homenaje a quienes había muerto por la libertad de Cuba y homenajear a sus parientes, a fin de cuentas, ella había perdido a su hermano Abel, su novio Boris y decenas de buenos amigos.
Placa en la emisora |
“Ella se sentía muy feliz de estar aquí, me lo dijo, pues producto al trabajo que tenían ella y Armando casi nunca estaban juntos y aquí pudieron estar más de 6 meses sin separarse ni un día”, asegura Aurora Pérez, profesora jubilada.
Aurora Pérez |
Con apenas seis meses en aquel pueblito intrincado, Yeyé mejoró las condiciones de vida de cientos de cubanos.
Es como si estuviera destinada a eso, a cambiar la vida de los que la conocieron.
Tal vez se sentía identificada con ellos, pues ella también había crecido en un pueblito de Encrucijada, cuya vida giraba en torno al central Constancia.
Quién puede negar entonces que allí se sintió como en su propia casa. En aquel pueblo, del Moncada a Macondo, Haydée no sintió la soledad.
Carta de Gabriel García Márquez a Haydée
Barcelona, 20.VIII.70
Mi querida Haydée:
No te imaginas qué contento estoy con la noticia de que hay un Macondo cubano, cuánto me emocionó conocer por tu discurso los pormenores de su nacimiento. No tengo ninguna preocupación por su destino: ese Macondo resistirá a todos los vientos, porque no ha sido creado bajo el signo de la soledad como el otro, sino bajo el signo milenario de la solidaridad. Será un pueblo indestructible, ya lo verás. (…)
Gabriel García Márquez
[1] Tras el suicidio de Haydée en 1980 muchas personas se autocensuraron a hablar o escribir de la heroína
[2] Así le decían a Haydée cariñosamente
[3] Vocablo aborigen que nombra un árbol resinoso del territorio. Así se llamó un importante hecho histórico de la localidad.
Haydée junto a sus hijos Abel Enrique y Celia María por Ida Kar |
Fotos tomadas por Ida Kar de Haydée y Hart |
Mirtha Ibarra en la década de 1970 |
Mirtha Ibarra trabajando como oficial del MININT |
Entrada actual del municipio Amancio Rodríguez |
Entrada a la emisora Radio Maboa |
Ubicación geográfica de Amancio en la provincia de Las Tunas |
Imágenes de Amancio en la década de 1970 |
Casa de madera entregada por Haydée a Mirtha Ibarra |
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