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Un monstruo de hierro |
Hoy mi abuela Josefina Reid Soa cumpliría 84 años. Hay muchas cosas por las
que la recuerdo: mis primeras lecciones de inglés (ese idioma que adoro y que
llevo como en la sangre por herencia suya), sus exquisitas comidas y sobre todo
el parecido físico innegable. Sin embargo, entre tantos recuerdos, guardo con
cariño aquellos días en que me pasaba el peine caliente.
Yo, que siempre he deseado el pelo lacio, por esa
manía que tenemos los seres humanos de ser inconformes con lo que nos dio Dios,
me sentía la niña más feliz del mundo cuando desaparecían de mi cabeza los
rizos indeseables que nunca se desenredaban y que al menos en Cuba llaman “pasa”.