miércoles, 29 de julio de 2015

Despedida de duelo



 No sé por qué ni cuándo comencé a decirle Ayita a mi hermana mayor Kenia.
Así se quedó en mi corazón, y aunque con el paso del tiempo dejé de llamarla así, ella nunca dejo de sentirse la aya de mi vida.
Y es que realmente mi hermana Kenia, más que una niñera, sinónimo de ese apodo que le dije durante mis primeros años de vida, fue mi segunda madre.
Aún recuerdo mi infancia transcurrir en los pasillos del Politécnico de la Salud de Las Tunas, donde fue profesora durante muchos años. Yo la acompañaba a sus clases y sus reuniones.
Su pequeña oficina a la entrada de la escuela fue el aula perfecta donde aprendí sobre Enfermería, Ortografía y hasta artes escénicas. Porque sí, mi hermana es la mejor declamadora que he conocido. Mi ayita emocionaba a todo el que la escuchara.

 Dios no quiso darle hijos a mi hermana, no hacía falta.
 Mi hermana ¨Bianca¨, como me cuentan la defendía ante la eminente diferencia en nuestras pieles, supo convertirse en madre sin haberlo sido nunca biológicamente, lo es de corazón, que es lo esencial.
Cuentan que una vez, ante una perreta que hice mientras viajaba con ella en una guagua, tuvo que darme a mamar de su pecho para calmarme. ¿Quién dice entonces que no amamantó nunca en su vida? ¿Quién puede negar entonces que no ha sido madre?
El día que murió Carmen, su hija Yoani me envió un mensaje a las cuatro de la mañana. A esa hora yo iba camino al Ameijeiras con mi hermana para su quimioterapia, de eso ha pasado ya más de un año y medio y Kenia se levantó sin llorar ni quejarse de aquella situación.
Pero es imposible negar el dolor y el sufrimiento cuando veo una de sus últimas fotos antes de llegar con cáncer de Venezuela, o recordar cómo siempre estuvo allí cuando la necesité, o pensar que aún no cumple 50 y siempre pensé que sería ella quien me ayudaría con mis hijos por venir.
No es fácil dejar ir a una hermana, que fue buena hija, sobrina, nieta, profesora, enfermera amiga y excepcional ser humano, y siempre sentí cómo ella se rehusaba a morir, cada día la veía luchando por su vida, y entonces continuaba  dándome el ejemplo. Así, ya con pocos momentos de fluidez, mi hermana continuaba dándome el ejemplo, aguantando los dolores, y siempre, absolutamente siempre, aunque no me conociera ya, ofreciéndome un beso cuando se lo pedía.
 Aún en sus momentos más agónicos, mi hermana luchaba por su vida, ese es el mayor ejemplo que alguien ha podido darme.
Por eso vamos a recordarla así, batalladora de carácter fuerte, intransigente ante lo mal hecho y revolucionaria hasta los huesos, tanto que decidió morir el mismo día del cumpleaños de Chávez, de Melba Hernández, de la muerte de Haydée.
Mi madre no está aquí porque el dolor era desgarrador como es lógico, pero le acompaña, los seres que la querremos siempre, que la recordaremos, no suframos aunque el dolor nos desvanezca, recordémosla con alegría y más que llorar por su muerte celebremos su vida y el amor que nos trajo. Gracias a todos por venir. Ahora ese Dios que amó tanto la cuida por nosotros y ella seguramente nos mira nos cuida a todos y sonríe.

2 comentarios:

  1. Yo no quiero que nadi esté triste. Yo no lo estoy, me duele, pero no estoy triste. NO quiero que nadie entristezca con mis escritos sobre mi hermana y su muerte, no es mi intención. Extraño a mi hermana no puedo negarlo, pero solo quiero con estas letras recordarla, todo, hasta los detalles más duros. Quiero que las personas tal vez entiendan su solor a través del mío, y cuando les toque pasar por un momento tan duro, lo comprendan, lo sufran, lo lloren, y luego continúen. Yo exterioricé mi dolor en palabras que ahora les comparto. Hoy hace 21 días de su muerte, justo a las 11:40 am, pero sigue viva, muy viva. Yo sé que nadie duda eso.

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  2. Ayyy mi niña, no sabes cuanto me conmueven tus palabras!!! Te pienso cada día de mi vida, y aunque nunca nadie podrá ocupar el lugar de tu hermana, sientete feliz de tener mil amigos que te aprecian desde el corazín..te adoro..te lo dije un día y era en serio!!!!

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