Hay canciones de Álvaro Torres que en algún momento me curaron, cuando sufría desconsoladamente por algún desamor de la secundaria. O mejor dicho, me consolaron, aunque con cada nota aumentaran mis ganas de llorar, porque así de masoquistas somos los seres humanos. Cuando crecí, me distancié de su música, lo reconozco, pero no me parecieron sosas ni extremadamente cursis las letras, porque seguí siendo una romántica exagerada como él.
Pero más que consuelo, aquellas canciones con casi mi edad, salvaron a un ser querido, hace ya un año.
Cuando en octubre de 2013 mi hermana Kenia llegó de Venezuela prácticamente agonizando por el cáncer de seno, su esposo decidió no acompañarla en ese triste momento de su vida. Y ella que estaba enamorada, encontró en Todo se paga, Ojalá, Te va a doler, la justicia divina que vendría, la paciencia para que algún día, aquel que se alejó en el momento más necesitado, sintiera en carne propia ese dolor.
Cuando el salvadoreño llegó hasta Cienfuegos en estos días fríos de diciembre, ya mi hermana no estaba aquí conmigo. Allá en Las Tunas, donde vive, se quedó con las ganas de ver en vivo a quien tanto ayudó sin saberlo en su recuperación.
Pero yo tenía que darle este mensaje a Álvaro Torres, era preciso que supiera cuánto su música, su historia de vida cantada, que no es más que miles historias de vida, resulta un bálsamo a las heridas del desamor.
Gracias a ti Álvaro en nombre de toda la familia, y que Dios te bendiga también.
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