jueves, 16 de agosto de 2012

¿En Cuba todavía existen aborígenes?

Las Antillas escultura de Rita Longa
Yo soy da la ciudad de Las Tunas. Durante la neocolonia y los primeros años de la Revolución,  la llamaron Victoria de Las Tunas, pero su origen indígena fue más pesado que el nombre que le impusieron y al final, terminó siendo, sencillamente, Las Tunas.
Así también le sucedió a Camagüey, quien desde su fundación fue nombrada Santa María del Puerto del Príncipe y terminó siendo solo Camagüey, en honor a un cacique que vivió en el territorio, según me contaron algunas amigas.

Y aunque esto, para algún extranjero,  -o incluso algún ignorante coterráneo- puede a simple vista no significar nada, es solo un pequeño ejemplo de lo que llevamos de nuestros antepasados.
A diferencia de otros países de Latinoamérica, -donde aún existen pueblos indígenas-, Cuba es una isla en la que, -si  se conoce bien-, pueden reconocerse tradiciones, mitos y rasgos de la cultura precolombina aún evidentes.
La lengua nacional es un ejemplo vivo de los rasgos que nos dejó la comunidad primitiva, aportes que además han contribuido a la identidad cultural del cubano, a su idiosincrasia.
Chorro de Maíta
Por ser tunera particularmente, y quizás por formar parte del territorio oriental, descubro con mayor facilidad indoamericanismos que fueron quedando en el habla y que hasta le dieron mayor autenticidad y originalidad a la literatura.
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, poeta tunero durante la época colonial, utilizó muchos términos que demostraban la vigencia de la cultura aborigen. Aunque uno de sus más populares poemas “Hatuey y Guarina”, hace derroche de estos indoamericanismos, versos más simples y menos conocidos como los siguientes también ilustran, cómo siglos después de su extinción, las palabras que utilizaron los indios para nombrar árboles y animales, sobrevivieron a los años y se arraigaron en la lengua nacional:
“… aquí dónde los jagüeyes,
albergue de los sinsontes
dominan los altos montes,
cubiertos de curugelles…”

Sin embargo, aquellos términos indígenas no quedaron solo en esos siglos sino que trascendieron y continúan vigentes aún en pleno siglo XXI.
Sergio Valdés Bernal, en su libro “Los indoamericanismos en la poesía cubana de los siglos XVII, XVIII, XIX”, los clasificó según para lo que se utilizaran y así quedaron divididos en:
  1. Topónimos: Nombres de lugar.
  2. Antropónimos: Nombres de gente.
  3. Fitónimos: Nombres de alimentos o árboles.
  4. Zoónimos: Nombres de animales.

Por solo citar el ejemplo de mi provincia, son muchas las palabras que usamos diariamente y que sin darnos cuenta nos remontan a los años antes del descubrimiento.
“Macagua” y “Bejuco” (fitónimos), son actualmente pueblos del municipio Jobabo (por cierto, también un término indio).
Además también otros poblados tienen nombres indígenas como Yariguá,  (término hidrográfico), Caisimú (orográfico), Maniabón y Anacahuita (ecológico). Estos son los llamados topónimos.
También otros como Manatí (zoónimo), es utilizado para nombrar a un municipio.
Muchos son los casos con los que a menudo coincidimos y a veces ni remotamente se nos ocurre pensar que son aportes de las culturas precolombinas, por eso todavía existe gente incrédula que piensa que lo único que preservamos de los indios es el casabe.
Desafortunadamente aunque aún se les rinde culto a nuestros antepasados, es menos del que deberíamos.
Son pocos los lugares de mi provincia donde se puede recordar a la población precolombina. Solo la escultura de la  Fuente de Las Antillas en el centro de la ciudad recrea un juego entre aborígenes y la leyenda del nacimiento de la Isla de Cuba al romperse la calabaza  con la que jugaban.
En todo el territorio nacional, únicamente dos  lugares mágicos sirven para recrear las costumbres de nuestros antepasados:
Isla de Guamá en Matanzas
El Chorro de Maíta en Holguín, con  sus figuras de indios y el cementerio aborigen encontrado allí, y la Isla de Guamá en la Laguna del Tesoro en Matanzas, donde las esculturas  de Rita Longa ambientan un pequeño espacio dedicado a recordar a los aborígenes y mostrarlos en su actividad diaria (caza, pesca, recolección, agricultura, cerámica), y sus rituales mágico religiosos.
Quién niega entonces que no existan aún aborígenes en Cuba,  una isla que nunca se llamó Juana como quisieron imponerle, sino que prefirió el nombre dado por sus primeros pobladores, así, simplemente CUBA.

PD: Ahora les debo los aborígenes de Cienfuegos, que también son bastantes.




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