martes, 2 de abril de 2019

El ángel de mi sobrino es un niño autista



Jk no sabe de ángeles ni mensajeros o guardianes alados. Para él la palabra ángel está asociada con un compañerito del aula, un niño autista. Ángel lo acompaña desde preescolar. Es un niño inquieto, como todos: corre de un lado a otro, sale por la puerta, se para en la silla, le parte la punta a los lápices, se tira en el piso. Sus compañeros de aula le imitan. A veces la mamá de Ángel lo acompaña. Cuando ella no está es demasiado para la maestra de primer grado.

A pesar de ser autista, Ángel debe estar en una escuela normal, compartir con los niños, socializar. Su criterio diagnóstico no lo obliga a estar en una “escuela especial”. Ha mejorado mucho desde la primera vez que lo conocí en prescolar. Recuerdo la alegría del grupo cuando comenzó a identificar las figuras geométricas, algunos números. Recuerdo la sonrisa de aquella maestra, los aplausos en el aula.
Pero Ángel ya está en primer grado, y este es un nivel elemental para todos los niños, más riguroso.
A muchos padres del aula les preocupa que Ángel no permita a la maestra concentrarse en la clase y desatienda la enseñanza del resto de los niños. A mí también me preocupa, pero no comparto la solución de sacar a Ángel de la escuela. Mi hermana tampoco.
Entiendo todas las reacciones: la protectora por parte del Ministerio de Educación que indica que Ángel debe estar en un aula de la enseñanza regular; la de los padres molestos porque ven comprometido el aprendizaje de sus hijos si la maestra tiene que concentrarse todo el tiempo en Ángel; y la de desesperación de la maestra, con poca experiencia y preparación para atender este trastorno y a punto de rendirse si no se haya una solución.
Hace un año, en esta misma fecha, mi sobrino fue a la escuela vestido de azul. Cada 2 de abril es el Día de la Concienciación sobre el Autismo y ese color se asocia a la solidaridad con quienes padecen esta enfermedad. En su aula de prescolar había un niño autista, aunque ni él ni ningún otro niño notara la diferencia.
Hoy, en esta misma fecha, no sé si Ángel irá a la escuela, a su aula de primer grado. Si la realidad fuera azul Ángel tendría una maestra para él solo, dentro del aula de mi sobrino. Si la realidad fuera azul los padres estarían contentos de ver crecer a sus hijos con niños diferentes y tener desde pequeños una lección de igualdad y respeto. Si la realidad fuera azul la maestra de mi sobrino no pediría la baja.
Por suerte, mi sobrino no distingue el color de las diferencias. Sabe que azul es el mar y el cielo, y sabe que Ángel es un niño igual a él, igual a otros. Para nosotros debería ser igual.

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