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Esta historia podrá parecer rara, pero una no pueda
ignorar los eventos, las personas, las anécdotas, cuando las tiene justo en
frente de la cara.
A Miguel Antonio Suárez Verges lo conozco muy bien
desde hace varios años. En la mañana de este sábado 26 de noviembre, cuando
supo de la muerte de Fidel por un sms de su hermano Rafael Ernesto se lamentó
de haber dejado en silencio el celular, de no haber conocido la noticia justo
cuando en la media noche Raúl la daba a conocer al pueblo.
“Yo lo admiraba de todo corazón, de verdad”. Fueron
sus primeras palabras y me consta la sinceridad en su afirmación. Entre sus libros no faltan varios títulos de
y sobre el Comandante en Jefe, pero su preferido es sin dudas, Cien horas con
Fidel de Ignacio Ramonet.
“Quiero conectarme más tarde y escribir sobre él varias
cosas en Facebook”, afirma quien como cualquier joven de estos tiempos sabe de
tecnologías, celulares y la importancia de Internet.
Temprano en la mañana de este sábado 26 de noviembre
se cuestionó si era prudente irse a bucear con los amigos, si acaso podría
concentrarse.
“Traté de escribir su nombre en el fondo, de dejarlo
grabado también ahí, pero no me fue posible”, me comentó frustrado.
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Este fin de semana le vi el rostro triste como aquel
día de marzo cuando se conmovió por la muerte de Chávez.
Por más que le pedí publicar esta historia, no
quiso. Es muy modesto, teme que alguien me juzgue por escribir esta historia tan
cercana, de un ser querido. Pero su fidelidad, a Fidel y esta Patria, no me deja
otra opción que compartirla, aunque más de uno me tilde mi acto de nepotismo.
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