viernes, 2 de enero de 2015

Gerardo le salvó la vida a María Orquíeda

Un periodista más ganó hace unos años la redacción  de Juventud Rebelde en la cárcel de Victorville, California en Estados Unidos. «Soy de Juventud Rebelde» le dijo Gerardo a una amiga en Cienfuegos, cuando -sin renunciar a su humor-, intentaba «correrle máquina».

Empezaba la tarde cuando sintió sonar el teléfono.
-Dígame.
-Me puede poner con la compañera que atiende la Casa de los Cinco.
-Soy yo.
-Es de Juventud Rebelde para que nos diga unas palabras. Me dijeron que Gerardo la llamó una vez.
-No, dos veces. Hace mucho que llamó.
-Pues es posible que la llame de nuevo porque él está ahorrando esos minuticos.
(…)
-Chico, ¿quién eres tú? ¿Tú me estás trajinando eh?

-Pero, ¡todavía no me conoces la voz! ¡Parece mentira! (decía entre carcajadas). MaríaOrquídea, es Gerardo.
Tratando de «correrle una máquina», -por ese humor del que no puede desprenderse a pesar de la tristeza del injusto encierro-, comenzó Gerardo Hernández Nordelo su más reciente llamada telefónica a María Orquídea Artiles Ruiz, una cienfueguera de 76 años que asegura que el héroe le salvó la vida… Y no lo dice en sentido figurado.
«Hace algunos años, cuando mi mamá, que era mi única compañía murió, yo estaba triste y sola en la casa. Me sentía muy mal por su pérdida y recibí su primera llamada, que me devolvió el alma al cuerpo.
«Después de aquella me hizo otras dos, pero no sé por qué en la última se hizo pasar por periodista, aunque no es la primera vez que me toma el pelo.
«Recuerdo que le dije que JR era el único periódico que no había estado por acá. y me respondió: “Ah! no hemos estado por allá, no me diga, pues vamos a tener que dar una vuelta”».
Mientras conversamos algún curioso se acerca a la ventana, mira de reojo hacia adentro y se sorprende. Entonces podría parecerle raro al asomarse ver las paredes llenas de afiches sobre el caso, o encontrar en los estantes los libros, las cartas, las fotos, las postales enviadas por Gerardo desde la cárcel.
María Orquídea siempre invita a pasar.
«Quisiera que vinieran más personas para que la gente entienda porqué decidí dedicar a esta causa la sala de mi casa. Muchos son los jóvenes extranjeros que llegan hasta aquí, ya sea por alguna visita programada por sus facultades o espontáneamente.
«Hace algunos meses llegaron unos periodistas que iban al Nicho como parte de un recorrido a favor de los Cinco. Alguien les habló de la casa, o lo leyeron en algún lugar, y llegaron de imprevisto a visitarme. Fue muy grato conversar con ellos. Ahora cuando los leo o veo por la televisión, los recuerdo con cariño».
Desde 2004 Gerardo y María Orquídea mantienen correspondencia.
«Yo siempre le digo que le ha tocado cargar con dos viejas achacosas, pues en Santa Clara vive una señora a quien también llama y escribe. Se preocupa mucho por nuestra salud y me dice: cuando vaya voy a tener que poner un círculo de abuelos.
«Y entonces me pregunto, ¿cómo alguien que necesita tanto el consuelo de otros, ahorra sus minutos para hablar con los seres queridos y se preocupa por mi bienestar? No puedo entonces dejar de apoyarlos».
En las cartas que le envía, María Orquídea le hace a Gerardo un resumen del programa La luz en lo oscuro que cada noche de domingo trasmite Radio Rebelde.
«Elizabeth, la mujer de Ramón, me pregunta que cómo puedo hacerlo, ella trata de comentarle los detalles a su esposo, pero se le escapan siempre. Aunque he bajado un poco la frecuencia, le sigo comentando cada emisión, sobre todo cuando son invitados René o Fernando.
«Antes era más exigente con sus cartas, quería las respondiera enseguida, pero ya no le pido tanto pues sé que le escribe a muchas personas. Siempre me pregunta qué como veo a los héroes ya libres aquí y a sus familiares».
-¿Le ha dicho Gerardo qué va a hacer el día que vuelva?
«Bueno, a mi casa tiene que venir. Yo me meteré debajo de la cama, pues con todas las cosas que le digo y la confianza con que lo hago, me dará un poco de vergüenza cuando lo tenga delante, pero seré feliz».
- El tiempo se está acabando. Salude a todos los que hacen por Los Cinco y a los cienfuegueros, —concluiría aquella tarde Gerardo. Quiero decirle que aunque no le escriba a menudo, siempre la tengo presente.
-Yo también te deseo la mayor felicidad del mundo y que vengas pronto, respondería ella.
-Para eso estamos trabajando.
Y concluyó aquella tarde otra de las llamadas de Gerardo, esas que a María Orquídea Artiles Ruiz, siempre le salvan la vida.
Y tendrá vida para rato, y se esconderá debajo de la cama, porque para alegría de los cubanos, Gerardo volvió.



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