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Hace algunos días, supe de dos
jóvenes que decidieron separarse de las filas de la
Unión de Jóvenes Comunistas,
y entonces recordé lo que sentí cuando comenzaron a hacerme el proceso.
Soy militante desde 9no grado y la
captación que hicieron en la secundaria, nos llenó a todos de un orgullo,
inusual en adolescentes de apenas 14 años. Recuerdo que una de mis amigas no
pudo entrar a las filas y a veces se sentía excluida del grupo. Era una
condición que nos hacía diferente del resto de los estudiantes.
Sin embargo, en el pre, tuve
compañeros que no se sentían “capacitados” cuando se les propuso. Era la excusa
de moda en aquellos tiempos, y en estos también.