Voy a empezar por mi hermana Kenia: paciente con
cáncer a quien su marido de varios años
de unión consensuada le pidió, 10 días antes de salir de misión al extranjero,
una “prueba de amor”: casarse por la ley.
Ella accedió y esa fue su sentencia: él vendió todas
sus joyas y ropas, se mudó con su amante a la casa (la de mi hermana, hecha a
puro sacrificio con otro esposo muchos años antes de conocer a este susodicho),
nunca le guardó su salario, se gastó todo el dinero que mi hermana le dejó en
una tarjeta como beneficiario y a base de cambiarle el juego y hacerse la
víctima, la engañó.
En la familia no quisimos hacerle presión a mi
hermana después de intentarlo y ser creídos a medias. ¿Qué podía resolver ella
a tantos kilómetros de distancia, sin una fecha aún de regreso, sin una prueba?
Pero le dio cáncer y todo cambió.