Así se quedó en mi corazón, y aunque con el paso
del tiempo dejé de llamarla así, ella nunca dejo de sentirse la aya de mi vida.
Y es que realmente mi hermana Kenia, más que una
niñera, sinónimo de ese apodo que le dije durante mis primeros años de vida,
fue mi segunda madre.
Aún recuerdo mi infancia transcurrir en los
pasillos del Politécnico de la Salud de Las
Tunas, donde fue profesora durante muchos años. Yo la acompañaba a
sus clases y sus reuniones.
Su pequeña oficina a la entrada de la escuela
fue el aula perfecta donde aprendí sobre Enfermería, Ortografía y hasta artes
escénicas. Porque sí, mi hermana es la mejor declamadora que he conocido. Mi
ayita emocionaba a todo el que la escuchara.
Dios no
quiso darle hijos a mi hermana, no hacía falta.
Mi
hermana ¨Bianca¨, como me cuentan la defendía ante la eminente diferencia en
nuestras pieles, supo convertirse en madre sin haberlo sido nunca
biológicamente, lo es de corazón, que es lo esencial.
Cuentan que una vez, ante una perreta que hice
mientras viajaba con ella en una guagua, tuvo que darme a mamar de su pecho
para calmarme. ¿Quién dice entonces que no amamantó nunca en su vida? ¿Quién
puede negar entonces que no ha sido madre?
El día que murió Carmen, su hija Yoani me envió
un mensaje a las cuatro de la mañana. A esa hora yo iba camino al Ameijeiras
con mi hermana para su quimioterapia, de eso ha pasado ya más de un año y medio
y Kenia se levantó sin llorar ni quejarse de aquella situación.
Pero es imposible negar el dolor y el
sufrimiento cuando veo una de sus últimas fotos antes de llegar con cáncer de
Venezuela, o recordar cómo siempre estuvo allí cuando la necesité, o pensar que
aún no cumple 50 y siempre pensé que sería ella quien me ayudaría con mis hijos
por venir.
No es fácil dejar ir a una hermana, que fue buena
hija, sobrina, nieta, profesora, enfermera amiga y excepcional ser humano, y
siempre sentí cómo ella se rehusaba a morir, cada día la veía luchando por su
vida, y entonces continuaba dándome el
ejemplo. Así, ya con pocos momentos de fluidez, mi hermana continuaba dándome
el ejemplo, aguantando los dolores, y siempre, absolutamente siempre, aunque no
me conociera ya, ofreciéndome un beso cuando se lo pedía.
Aún en
sus momentos más agónicos, mi hermana luchaba por su vida, ese es el mayor
ejemplo que alguien ha podido darme.
Por eso vamos a recordarla así, batalladora de
carácter fuerte, intransigente ante lo mal hecho y revolucionaria hasta los
huesos, tanto que decidió morir el mismo día del cumpleaños de Chávez, de Melba
Hernández, de la muerte de Haydée.
Mi madre no está aquí porque el dolor era desgarrador
como es lógico, pero le acompaña, los seres que la querremos siempre, que la
recordaremos, no suframos aunque el dolor nos desvanezca, recordémosla con alegría
y más que llorar por su muerte celebremos su vida y el amor que nos trajo. Gracias
a todos por venir. Ahora ese Dios que amó tanto la cuida por nosotros y ella
seguramente nos mira nos cuida a todos y sonríe.
Yo no quiero que nadi esté triste. Yo no lo estoy, me duele, pero no estoy triste. NO quiero que nadie entristezca con mis escritos sobre mi hermana y su muerte, no es mi intención. Extraño a mi hermana no puedo negarlo, pero solo quiero con estas letras recordarla, todo, hasta los detalles más duros. Quiero que las personas tal vez entiendan su solor a través del mío, y cuando les toque pasar por un momento tan duro, lo comprendan, lo sufran, lo lloren, y luego continúen. Yo exterioricé mi dolor en palabras que ahora les comparto. Hoy hace 21 días de su muerte, justo a las 11:40 am, pero sigue viva, muy viva. Yo sé que nadie duda eso.
ResponderEliminarAyyy mi niña, no sabes cuanto me conmueven tus palabras!!! Te pienso cada día de mi vida, y aunque nunca nadie podrá ocupar el lugar de tu hermana, sientete feliz de tener mil amigos que te aprecian desde el corazín..te adoro..te lo dije un día y era en serio!!!!
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