¿Es posible ser blanco y tener ADN negro, o
viceversa? Sí. Investigaciones realizadas en varias provincias demostraron que
sin importar el color de la piel, todos los cubanos llevamos en la sangre un
porcentaje de ancestrales genes europeos y africanos. Incluso, en algunas
personas blancas más de la mitad de la composición genética proviene del
llamado continente negro.
El análisis
estadístico permitió conocer que el proceso que da origen a este mestizaje ha
tenido lugar durante siete generaciones, lo que equivale aproximadamente a 200
años.
Según datos arrojados
por el censo de 2012, aunque aún predominan las personas blancas (64,1 por
ciento) sobre los «no blancos», la composición de nuestra población tiende a la
mescolanza. Queda claro que en cada región los indicadores no se comportan de
la misma forma, una consecuencia del devenir histórico, económico y
sociocultural de cada territorio.
En Cienfuegos existen
poco más de 404 mil habitantes y casi el 76 por ciento corresponde a los de
piel clara. Sin embargo, aquí, como en otras partes de la Isla , quien no tiene de
congo, tiene de carabalí.
Afrocubanismo: ¿opio
del pueblo?
Ajiaco. Tal
constituye el término empleado por el etnólogo Fernando Ortiz para identificar la
convergencia racial y/o cultural en la
Mayor de las Antillas, aun cuando esa cohesión subsiste lejos
del sentido armónico que indica el propio concepto, pues dentro de la «caldosa»
algunas sustancias opacan el sabor de otras. Y en tal sentido, el afrocubanismo
parece algo desfavorecido.
Pese al esfuerzo
institucional en virtud de suprimir cualquier síntoma de discriminación, la
historia escrita todavía refleja, de manera insuficiente, el protagonismo de
negros y mestizos durante el proceso de construcción de la nacionalidad.
Manuel Martínez
Casanova, antropólogo cienfueguero, subraya la función de los cabildos en el
largo camino hacia la independencia. «Muchos mambises salieron de estas
instituciones, y no debemos temerle a dicha verdad. Pero hay una tendencia a
resistirse, a atrincherarse».
En la región centro
sur del país, un rol importante asumió el cabildo Los Congos, sociedad que
sirvió de refugio para buen número de los alzados contra el régimen español, lo
cual determinó su expulsión de la villa de Fernandina de Jagua, recuerda David
Soler Marchán, especialista del Centro Provincial de Patrimonio Cultural.
No obstante, persiste
cierta inclinación al olvido, contraria a la postura oficial asumida por la Revolución , promotora
de un cambio de perspectiva en el acercamiento a las tradiciones afrocubanas, y
sobre todo, a las prácticas religiosas.
De hecho, el Dr.
Esteban Morales Domínguez, Investigador Titular del Centro de Estudios sobre
Estados Unidos, reconoce que como nunca antes las estructuras de poder procuran
desplegar una política en busca de la equidad y de la igualdad social, cercana,
no pocas veces, a los mismos bordes del igualitarismo.
Para Lourdes Millet
Ramos, directora del Museo de Guanabacoa, se trata de costumbres practicadas
hoy por muchas personas. «Ya no hablamos de una religión marginada, ni de
negros, sino de una religión de pueblo. Evadirlo es negar una gran parte de
nuestra identidad».
Criterio similar
manifiesta Martínez Casanova: «El proceso revolucionario permitió una apertura
de lo prohibido. Antes la gente se escondía los collares. Hasta 1934 tener un
tambor en la casa era un delito, el ñañiguismo una cosa loca; la policía
reprimía los cultos y había una gran persecución. Incluso, se tenía una imagen
falsa del negro, visto como criminal, malo, brujo, relacionado incluso con
ritos de sacrificios humanos».
Aunque en la
actualidad imperan concepciones positivas en torno al tema, algunos
especialistas ponen entredicho el proceso de institucionalización pretendido
por el Gobierno, en tanto subrayan la delincuencia dentro de la comunidad
afrocubana.
Estudios realizados
en la década de 1980 demostraron que los cubanos de origen negro aparecían como
los más propensos a delinquir, con conductas propias de un comportamiento marginal,
según reportaban los índices de peligrosidad en los barrios.
«El tema de la
criminalidad no resulta incierto. Personas con desviaciones morales se acercan
a la religión con el fin de buscar apoyo de los Orishas ante un acto judicial.
Ahora, tampoco responde a la generalidad. Pero sí hay mucha gente de la
religión yoruba presa, y no injustamente, sino por delitos comunes
despreciables. De ahí, la necesidad de enfocarnos en los valores, más que en
los cultos y rituales», advierte René Cuevas Blanco, sacerdote de Ifá.
De cualquier forma,
el legado negro trasciende razas y convencionalismos, al insertarse en el
imaginario popular. La localidad de Palmira deviene ejemplo, al coexistir allí
varios cabildos, cuyas actividades se convierten en todo un fenómeno
sociocultural. Sin embargo, aun en ese marco, todavía perduran reticencias.
«Lamentablemente
ocurre así, no podemos cambiar siglos de mentalidad de la noche a la mañana;
quedan cosas por hacer. Los prejuicios raciales permanecen. La gente suele abrirse
más con las instituciones eclesiales, y les cuesta trabajo hacerlo con las afrocubanas»,
precisa Martínez Casanova.
El problema subsiste
en la conciencia. Solucionarlo requiere ir más allá de voluntades políticas.
Ninguna religión, y el afrocubanismo menos, constituye opio del pueblo. La
realidad supera este enfoque marxista; mas no debemos pecar de ingenuos al
creer que, en fecha tan temprana como 1962, la Revolución eliminó el
racismo. Tal proclama fue una utopía.
Todos somos un poco
nísperos
Aunque el proyecto
social cubano pretendió suprimir los prejuicios raciales, solo pudo hacerse en
el ámbito legal. El propio líder Fidel Castro lo reconoce en entrevista
realizada por Ignacio Ramonet.
«Éramos entonces lo
suficientemente ingenuos como para creer que establecer la igualdad total y
absoluta ante la ley ponía fin a la discriminación. Porque hay dos
discriminaciones, una que es subjetiva y otra que es objetiva».
«La Revolución , más allá de
los derechos y garantías alcanzados para todos los ciudadanos de cualquier
etnia y origen, no ha logrado el mismo éxito en la lucha por erradicar las
diferencias en el status social y económico de la población negra del país. Los
negros no viven en las mejores casas; se les ve todavía desempeñando trabajos
duros y a veces menos remunerados, y son menos los que reciben remesas
familiares en moneda exterior que sus compatriotas blancos».
Ante el empeño del
gobierno para lograr un equilibrio racial, incluso en las más altas esferas de
la sociedad, se promulgaron principios que insisten en la necesidad de abrir
cauce a legítimas aspiraciones individuales y colectivas, así como enfrentar
prejuicios y discriminaciones de todo tipo que aún persisten.
Bajo esos preceptos
de la política de cuadros debiera estimularse la promoción de mujeres, negros,
mestizos y jóvenes a cargos principales, sobre la base del mérito y las
condiciones individuales.
Sin embargo, a veces,
en el ánimo de cumplir a cabalidad con dichos fundamentos, no solo se eligen
personas sin capacidad para convertirse en líderes, sino que, además, caemos en
«ridículas» estadísticas porcentuales, las cuales, lejos de unir «razas», las
separan.
¿Tenía que ser negro?
Desde el siglo XIX,
los cubanos de piel oscura comenzaron a ser identificados con los peores
comportamientos, con todos los defectos morales de la sociedad —una creencia
que ha trascendido por los siglos, tanto así que varios con este color de piel
piensan, «inconscientemente», que su rol social está destinado a bajos status.
«Es como si los propios
negros estuviéramos sugestionados», comenta el joven Yohandris Abreus Silva. «Todavía hay quienes no se sacan de la cabeza
que el negro no tiene porqué ser solo deportista, cantante o ladrón. Podemos
aspirar a ser médicos, científicos o ingenieros, aunque existan ciudadanos racistas
que nos llenan el camino de obstáculos».
No obstante, hasta
la imagen que se vende a los turistas en artesanía corresponde a negros o
mulatos tocando algún instrumento o fumando tabaco. Quizás el ADN africano
posee algún «nucleótido» musical. Puede obedecer al propio color de la madera,
en ocasiones pintada; mas, está claro que uno de los atractivos de la Isla radica justo en su
mestizaje.
«Por eso cuantos aún
mantienen arraigos racistas deberían tener un muñequito de estos en su casa,
para que recuerden que todos somos iguales sin importar el color de la piel y
que, precisamente, de los negros surgimos», señala Hilda María Ferrer Jáuregui,
directora de la tienda de arte La
Moderna.
Respecto a las
profesiones y opciones de trabajo, resulta común la presencia negra en labores
«para algunos denigrantes», si bien nada indignas: servicios comunales,
construcción, y también como estibadores.
Así señala el investigador
Juan Nicolás Padrón: «En buena parte de los llamados sectores emergentes
(turismo, corporaciones y firmas extranjeras) hay mayoría blanca, realidad
condicionada en lo fundamental porque históricamente “los de tez clara” han
disfrutado de más oportunidades y ventajas para llegar hasta allí, por causas
que van desde la historia familiar y las condiciones económicas para estudiar,
hasta el sistema de relaciones interpersonales y laborales, pero también por el
racismo oculto ante la alternativa de optar por un blanco y eliminar al negro,
en actitud discriminatoria justificada por una inadmisible “cuestión de imagen”,
determinada por estereotipos “occidentales” reproducidos consciente o
inconscientemente».
«La racialidad
requiere de un proyecto específico que borre el dolor ancestral sufrido,
atienda reclamos postergados de sus dificultades para la igualdad, programe
acciones reales y efectivas basadas en nuestra Historia, y propicie una
educación integradora en la que los blancos sepan más de la historia y la
cultura de los negros, y estos últimos no se limiten solo a sus temas».
Una incógnita pende
y queda en el aire la pregunta: entonces, ¿quién tiró la tiza?...
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