Por suerte para él, la peculiar convivencia más que tristezas, le ha traído alegrías. Sabe cómo ningún otro tender una cama, o lavarse la ropa. Es definitivamente, un hombre independiente.
Con los amigos se es feliz en la beca |
De residencias y becados en Cuba
Cuentan los que peinan canas que debían
internarse desde la secundaria para poder estudiar. En escuelas ubicadas en el
campo, miles de jóvenes aprendieron la combinación estudio-trabajo.
Para aquellos cuyos centros educacionales
estaban en la ciudad, nació en 1966 un proyecto a través del cual también
podrían incorporase a las labores productivas.
Varios jóvenes pasaban más de 200 días al año
en dos sesiones: una para trabajar en la agricultura y otra para estudiar.
En cientos de escuelas en el campo los
adolescentes cursaron la secundaria básica, institutos politécnicos y
preuniversitarios. Ese método fue idóneo
para incorporar a los más jóvenes a las actividades económicas del país, pero
también supuso un reto.
Becas de escuelas al campo |
Además del material escolar, constituido por
libros, cuadernos y lápices totalmente gratis, el estado debía ubicar en esas
escuelas otros recursos.
Lencería,
mantelería, uniformes, zapatos e incluso abrigos, eran entregados a quienes
pasaban más tiempo en la institución educativa que en casa.
A ello se sumaba la alimentación, la cual
incluía desayuno, tres meriendas, almuerzo y comida, y aunque tal vez no era la
mejor, satisfacía las necesidades
nutricionales de esos adolescentes en etapa de crecimiento. Fue esa una
práctica que se mantuvo durante mucho tiempo, hasta que la economía no soportó
más.
Los becados disfrutan la universidad |
Hacer de la beca, casa
Ahora Ángel Luis estudia ingeniería agrónoma.
Aunque su intención fue siempre trabajar en la finca de sus padres y colaborar
con ellos a la producción de alimentos, no pasó nunca por su cabeza dejar de estudiar.
Interno
otra vez, en la universidad se siente como en casa. Sus seis compañeros de
cuarto se han convertido en sus hermanos. Allí juegan dominó, escuchan música,
ven televisión y de vez en cuando hasta cocinan.
No
porque lo necesiten, sino porque cómo el mismo dice: es bueno cambiar el menú.
Cómo él otros 78 mil 800 cubanos que viven
lejos de sus centros de estudios gozan de una beca universitaria para facilitar
su educación.
Esta
posibilidad de alojamiento y alimentación gratuitos, es un derecho cuyo único
costo es prepararse mejor para la vida. Un derecho a la beca, un derecho a
estudiar y a vivir con sabiduría.
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