Papá siempre
me ha dicho que todo lo que sucede conviene. Me dice: “Goza lo que Dios te
dio”, y eso es cierto. En mis pocos años, me he percatado de que es la mejor
manera de asumir la vida sin que te mueras de un infarto, te estreses o te dé
migraña.
No es coger
las cosas con carácter deportivo, sino con mesura y tranquilidad ante las
tensiones y presiones constantes de la vida.
Confieso que
nunca quise trabajar en la Agencia de
Información Nacional. Ni en mi boleta estaba ese medio de prensa,
cuando escribí en orden jerárquico dónde quería comenzar mi vida laboral como
recién graduada de periodismo.
Sin embargo, no se puede negar, cuánto he
aprendido
Puedo decir
que la AIN me ha hecho ser una mejor periodista. Sus en ocasiones normas
estrictas, que a ojos extraños pudieran ser incluso, ridículas, me han
convertido en una profesional que sabe aprovechar hasta el máximo una
entrevista, reunión o cualquier otra cosa donde haya información.
Es
cierto, he aprendido, pero también lo es que no quiero terminar aquí el resto
de mi vida. Tal vez por vanidad, o qué se yo, quiero llevarle a mi madre los
recortes de mi trabajo en algún periódico; o que escuche mi voz en la radio; o
me vea en televisión. Lleva casi 10 años esperando por eso, y la quiero hacer
feliz.
Con su
carácter de anonimato la AIN le ha quitado esas alegrías. No le ha permitido
saber que esa noticia de Cienfuegos que leen por la radio la redactó su hija, o
que la información que dio pie a un trabajo en la televisión, fue su niña
lejana quién la reseñó primero.
Para colmo
ni siquiera puede acceder a Internet dónde tengo mi blog.
Pueden
tildarme entonces de vanidosa y hasta autosuficiente, pero qué persona no
quiere ver su trabajo reconocido, y qué cubano no quiere dar el palo
periodístico, y qué sepan que fue él. Si no es así ¿de qué vale, de
satisfacción interior?
Además es
duro entrevistar a algún campesino u otro trabajador honrado sin acceso a la
red de redes y que te pregunte: ¿Y eso, por dónde sale?, y ¿qué le vas a
responder tú? Por muy importante que sea el Internet, él no tiene acceso a eso,
y a la gente, a los cubanos, les gusta verse en la televisión, leerse en el
periódico u oírse en la radio. Vistilla[i] de isleños,
diría yo.
Ni la AIN,
ni sus periodistas tienen todo el mérito que merecen, y me duele porque tiene
muchísima gente buena y talentosa cuyo trabajo a veces, no es valorado lo
suficiente ni siquiera por sus propios colegas.
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