En coautoría con Alexis Pire Rojas
Nelvis aún conserva el acento oriental.
Casi siempre las eses escapan de las conjugaciones del habla y marcan la
diferencia entre los habitantes del centro de Cuba. Más de cinco años en
Cienfuegos no han bastado para despojarla de esa manera peculiar de expresarse.
Siempre fue guajira, desde
niña conoce de animales, guardarrayas, arados… Y aprendió a enfangarse los pies
en el surco, ponerle un parche a las ampollas y seguir… aunque el sol tueste la
piel y el cansancio grite a viva voz la hora de “coger un diez”.
En sus 43 años la vida no le ha sonreído muchas veces, pero los propios golpes la enseñaron a sobreponerse. Y debe ser porque en cada paso, en cada decisión lleva los bolsillos llenos de optimismo… Siempre hay oportunidad para comenzar de nuevo. Como premio a la perseverancia ya tiene sus propias tierras en la comunidad de San Nicolás, en el municipio de Rodas, gracias al Decreto Ley 259, de entrega de terrenos en usufructo.
Mas, ¡Qué campesina!, no solo se
reta a sí misma ante los sacrificios del campo, sino que no le teme a los
micrófonos, ni entrevistas…
“Soy de Segundo Frente en
Santiago de Cuba. Aquí vive mi hermana. Su esposo es asociado de la CCS El Vaquerito,
en Rodas. Vine por la enfermedad de mi hijo, quien padece de insuficiencia
renal crónica. Ya está batante bien gracia a Dios y la Revolución. Por ahora
no debe dializarse, pero sí tiene una sonda directa al único riñón que le
queda”.
De alguna manera vislumbró su destino
aquí, y en consecuencia, emprendió rumbo a su mayor atracción, aunque nada fue
tan fácil.
“Siempre ansié un pedacito de
tierra para hacerla producir. Primero trabajé en otra cosa durante tres años y estaba
incómoda. Siento un amor infinito por la agricultura. Mi papá es campesino de
la reforma agraria y siempre nos condujo por esos caminos.
“Aquí el suelo es agradecido,
todo es llano. Siembro y luego recojo con una eficiencia increíble. En Oriente
no me ocurría así. Allá jamás cogí la cantidad de maíz cosechado acá a pesar de
las malas condiciones de trabajo. Aun así, este año pienso aumentar la
producción”.
¿Por qué el maíz?
“Porque era nuestro principal
cultivo allá en Santiago. Aquí el rendimiento es muy superior. Si tuviera mejor
situación sacaría el triple”.
A veces las cosas no caen del
cielo y es preciso halar la suerte, aunque para ello sea necesario enfrentarse
a molinos de viento, a la corriente en contra, a la desventura…
“Todo ha sido por esfuerzo
propio, no me han entregado ningún instrumento de trabajo. Sin embargo, recibí
una caballería casi completa cubierta de marabú y el año antepasado entregué 19
quintales, el pasado 138 y en este voy por más…
“Allí en la finca vivimos mi esposo
y yo sin corriente, y eso nos afecta bastante, además de las dificultades con
el agua. Si yo tuviera la electricidad y condicione para instalar regadíos, entonces
fuera eternamente feliz. Hasta el momento hemos salido adelante con medios
propios. Solo la CCS nos ha ayudado un poquito.
“Por lo menos ya tenemos una
yunta de buey, eso es importante porque ya no sembramos a puya como lo hacíamos
antes. Lo fundamental para aumentar producciones es un riego, con un pozo
efectivo. Eso nos hace mucha falta”.
Al preguntarle sobre las
dificultades para las mujeres en las labores agrícolas, dedicó unos segundo a
pensar… como buscando en el disco duro…
“…mmm, ninguna”.
¿Cómo te las arreglas entonces
para compartir las labores agrícolas con las hogareñas?
“No le tengo miedo al machete, la
guataca ni a ninguna de la tareas en el agropecuarias. Mucha gente cuando me ve
chapeando me preguntan: ´¿usted hace eso?´. Cuando empecé en mis tierritas era
un escándalo, pues decían: ´oe, hay una guajira ahí en el monte que hace la
mismas cosas que los hombres´. Muchos iban a ver si era verdad y me miraban
como a un bicho raro. Jajaja.
“En oriente la mujeres están
adaptadas a las faenas duras, no es fácil, pero cuando hay amor por lo que hacemos
no hay ningún cansancio.
“Trabajo do sesiones. Al mediodía
hago el almuerzo y la comida a la vez, porque a la 4:00 hay que ir pal surco
otra vez. Tengo una hija de 28 años, ella vive en la casa de San Nicolás, no
conmigo en la finca. Además, está casada y tiene su vida. No obstante, pueden
llegar a cualquier hora a mi casita y lo van a encontrar todo limpio y en
orden”.
¿En el campo qué es lo más
trabajoso?
“Chapear… Lo hago con garabato y machete
en mano, pero es difícil”
Fue complicado enfrentarse al
marabú eh
“Sí, allá en Segundo Frente no hay
tanto. Todavía nos queda un pedazo por tumbar, debemos terminar el año que
viene. Nunca nos habíamos enfrentado a áreas así con tantas espinas, lo hemos
derribado a machete limpio”.
Pero es peligroso…
“Claro. Me pongo camisa, pantalón, botas
y pañuelo para protegerme”.
¿Y las ampollas?
“Ya ni se me hacen ampollas, tengo las
manos duras. Es la
costumbre…”
Sin embargo no te vemos perder la
feminidad, tienes hasta las uñas pintadas…
“Cuando estoy en el campo, es en el
campo, pero cuando voy a salir nadie sabe que vivo en una finca. Me encuentro
muchas personas con el tabú sobre la pérdida de la delicadeza.
“No dejo de ser femenina, trabajo duro y
mi esposo se siente orgulloso de eso, y que yo sepa no he dejado de gustarle ni
se ha buscado otra, jajaja. A veces salimos y nadie se da cuenta que somos
campesinos, pues andamos elegante como los demás”.
Las labores agrícolas no apartan la
delicadeza ni los encantos. La dotan de fuerzas para saltar obstáculos, pues
los baches devienen rutina. No obstante, preferimos indagar sobre los momentos
alegres en aras de exiliar cualquier síntoma de abatimiento, pero…
“No he tenido mucho momento
felices…”
La mirada de Nelvis se perdió
hasta no sabemos dónde, incluso, un intento de suspiro indicaba la manera de
recordar pasajes tristes. Quizás todos llegaron a su mente cual película en
cámara rápida, sin embargo…
Algunos momentos buenos has
tenido…
“Sí, claro, cuando recibí la
finca, sobre todo porque luché bastante en Oriente para tener una y no lo
logré. Aquí al principio no querían dármela porque era mujer. En la CCS me
defendieron hasta que me la otorgaron. Nunca pensé haber logrado tanto con esas
tierras, he avanzado mucho en la vida gracias a eso. Le agradezco a Cienfuegos,
pues aquí también resolví lo de la enfermedad de mi hijo”.
Precisamente con su familia
guarda los momentos más felices, esos que destierran el pesar…
“Mi familia e grande, ¡muy
grande! Además de mi esposo e hijos aquí tengo a mi mamá. Somos tres hermanos,
uno trabaja conmigo en el campo y la más chiquita es la única alejada de las
labores agrícolas. Somos muy unidos.
¿Y a tu esposo, cuándo lo conociste?
Hace 23 año. Es muy bueno,
imagínate, mis hijos son huérfanos, pero él crió al varón desde lo tres meses y
a la hembra con cuatro año. Por eso ellos lo quieren como un padre”.
En Santiago dejas otra buena
parte de tu familia. ¿Desde cuándo no vas allá?
“Fui en enero. La gente me decía: ´oye
te vi en la televisión, estás hecha una famosa allá en Cienfuegos´” jajaja
Al escribir la entrevista nos
parece tenerla enfrente todavía: con la tez morena, complexión fuerte y manos
duras, pero
elegantes.
Y estamos satisfechos, pues poco
a poco Nelvis se despoja de los amarres de la vida. Trajo la suerte en las
maletas durante el itinerario desde Segundo Frente, ¡y nos alegramos!, también
porque forma parte del Comité Provincial de la Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños (ANAP). ¡La guajira va a llegar lejos…! Así, sin ataduras
en las manos ni en el verbo…
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