Mi hermana Kenia no solo me legó el gusto por la
declamación, sino además esa sicología política cuyo término aprendí luego en
la universidad.
Crecí en una familia eternamente fidelista y revolucionaria y mis convicciones las
llevo en la sangre como un leucocito más.
Debe ser por eso que el destino de la América Latina y más en particular de Venezuela no me es ajeno, pero… ¿es acaso ajeno para
algún cubano el destino del pueblo de Bolívar?
Desde aquellos días que mi madre me recitaba de
memoria los primeros párrafos de los Tres Héroes
de José Martí, comenzó mi apego hacia esa gente.
Luego Fidel y Hugo
Chávez, -cuya muerte aún me estremece-, nos hermanaron
para siempre.
Venezuela es también mi patria, por qué no. ¿No es
acaso la América la patria grande de todos? Por
eso no entiendo qué le sucede a los venezolanos.
Ocho personas
inocentes murieron esta semana porque un grupito de fascistas no pudo aceptar que el pueblo eligiera al candidato que no apoyaron. No entiendo tampoco cómo casi un millón de
habitantes de esa tierra suramericana, votaron por Capriles,
cuando justo seis meses antes habían apostado todo a un Chávez que luchaba contra el cáncer.
No entiendo qué le pasa a una parte de Venezuela. Es
como si la muerte del Comandante Presidente no hubiera servido para nada. Es
como si su legado hubiera quedado en el Cuartel de la Montaña.
Los recientes
sucesos en ese país, me lastiman. Ese hermano pueblo que desde 2002 apoya la integraciónlatinoamericana, se desintegra. Y yo aquí, impotente por no poder hacer
nada, ni votar por Maduro, ni
callar a la oposición violenta, ni siquiera vestir un pulover con la imagen del
Comandante Presidente.
En su mismo
interior varios billetes han descompuesto el
alma. NO tengo palabras, solo algunas fotos que ilustran el dolor de la América
antes estos acontecimientos; la rabia de quienes vimos a ese pueblo iluminando
el mundo, y hoy vemos a una parte enfrentarse, golpear y asesinar a sus propios
hermanos.
Por suerte los pobres, los desposeídos, los que
comenzaron a crear su propio futuro desde 2002, y para fortuna los muchostambién, responden con música y “cohetazos” a la
rabia de la oposición derechista, esos que celebran su mal llamada “victoria moral”.
Por allá por
esos parajes anda mi hermana, temerosa tal vez
por el destino de la nación, pero rodilla en tierra, porque ha sido tan
chavista como cubana. Dios me la proteja, y quiera además que los venezolanos
agradecidos, esos que sé abundan y superan a los “comprados”, permitan otra vez
que vuelva la normalidad a ese país, para que mi ayita pueda seguir curando
enfermos y dándoles esperanzas.
Soñamos con un futuro mejor para la América.
Venezuela, para eso, contamos contigo.
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