La idea de pasar 15 días trabajando en el campo, no la
emocionó demasiado. Sabía perfectamente lo que es estar becado durante el
preuniversitario (bachiller), y esos no fueron exactamente los días más felices de su vida.
Por el contrario, su adolescencia y ganas de estar en el hogar la hicieron
inventar excusas para irse, y en alguna ocasión hasta fugarse.
Otra vez, y después de 3 cursos en la universidad, cuando
creía que todo eso había terminado, debía enrolarse en una idea que no la
emocionaba.
Sus amigas la alentaban todo el tiempo argumentando que era
una etapa de esparcimiento para compartir con todo el grupo, hacer nuevas
amistades, que era una aventura, pero ella no se entusiasmaba.
Sabía que era un deber y no debía poner peros ni argumentar
una anemia, o falsificar un certificado médico. Era una prueba a la voluntad, era un sacrificio que merecía
la pena, y aunque siempre quiso apoyar
al país en las actividades de recuperación, en aquel momento, más que un nombre
raro, Mamanantuabo le parecía el fin del mundo.
Los primeros días.
Mamanantuabo es un pequeño poblado perteneciente al
municipio 1º de enero de la provincia Ciego de Ávila. Allí se encuentra el
Campamento López Recio, sitio donde los universitarios de Camagüey se vinculan
a las actividades agrícolas.
Cada 45 días estudiantes de las Universidades de Ciencias Pedagógicas, de Ciencias
Médicas, de Cultura Física y la
Universidad de Camagüey (UC), dan su aporte durante dos
semanas.
En la última rotación de la UC, las brigadas de primer y tercer años de
Periodismo y cuarto de Ingeniería Eléctrica se
juntaron para alcanzar una meta que pareció utópica al principio: 2,5
caballerías.
“Al principio pensé
que era difícil pues sabíamos que veníamos a trabajar, y las condiciones
en el campo son bastante duras. Yo
estuve becado en el pre y pasé las tres etapas de escuela al campo durante la
secundaria. Sabía que no era como la universidad, pero asumí la tarea con el
mismo deseo con que lo hice tres años atrás durante mis vacaciones en la misión
“Verano sobre Ruedas”, comenta Orlando Trujillo estudiante de Ingeniería
Eléctrica.
Lizet Fundora alumna de tercero de periodismo reconoce que
no todo fue como se lo imaginó. “Mamanantuabo ha sido para mí una primera vez
en todo. Nunca había ido a una escuela al campo y confieso que creía que iban a
ser peores condiciones. Sin embargo no ha sido tan traumático como imaginé,
aprendí que cuando te propones las cosas puedes lograrlas. Ha sido una vivencia
que necesitaba como persona. Además aproveché para leer, meditar y liberar
tensiones.”
De un lado...el
trabajo
Carmen Luisa sufre varios padecimientos en la rodilla que le
impiden estar mucho tiempo parada o cargar mucho peso. Tiene epilepsia recesiva
y escoliosis. No obstante, no le pasó nunca por la cabeza usar sus dolencias
como justificación para no ir al campo. “Nunca tomé mi enfermedad como excusa
para nada, siempre he ido a todas las movilizaciones que se han orientado.
Aunque no puedo trabajar directamente en el campo, hago lo que se necesite en
el autoservicio. Sé que no es lo mismo, pero siento que también me integro a la
producción. A veces comentan que si el surco, que si el azadón, y aunque son
cosas que ignoro totalmente, por lo menos siento que estoy con ellos y aporto
un poquito, y esa gratificación se la pierde la gente que inventa cualquier
enfermedad para no venir.”
Mientras algunas muchachitas limpiaban los dormitorios y
ayudaban en las labores de la cocina, la mayoría de los estudiantes se
aventuraban al campo.
Aventurarse, sí, porque en los 15 días, fueron varios los trabajos que se realizaron: recogida de maíz, frijol y tomate; siembra de boniato; deshoje de plátano y mazorcas de maíz; desyerbe de los sembradíos de rábano y berenjena….
“Si hubieran concentrado el trabajo en un solo cultivo, creo
que no habríamos ganado tanto en conocimiento, y eso te enseña la esencia de lo
que puede ser tan común y sencillo; lo que ves o quisieras ver en el plato cada
día; te demuestra por qué es tan difícil hallarlo; por qué falta o por qué
cuesta lo que cuesta. Te percatas de la realidad, de cuánto hace otra persona para poner determinado producto al alcance de
tu mano”, afirma María Antonieta Colunga, futura periodista.
Del otro lado...la
recreación
Casi todas las tardes David Manuel ponía la net de voleibol.
Al principio solo jugaban algunos de sus compañeros de Ingeniería Eléctrica,
pues otros aprovechaban para leer o jugar barajas y dominó.
Sin embargo, poco a poco aquellos juegos se convirtieron en
un clásico.
“Aunque a veces estaba cansado por el trabajo en el campo,
jugaba voleibol siempre que podía. Además, al mismo tiempo que me divertía con
mis compañeros, les enseñábamos a jugar a las muchachitas y de paso nos
divertíamos todos. Incluso hubo días en los que tuvimos que hacer tres equipos porque eran muchos los
que queríamos jugar”, confiesa David.
También a modo de recreación, los fines de semana que
pasaron allí, los universitarios y los vecinos de Mamanantuabo disfrutaron de
lo mejor del movimiento de artistas aficionados de la UC: ´
Para alegrar las noches, la mayoría de los muchachos se
juntaban en “El Capri”, un espacio para bailar, escuchar música y hacer nuevas
amistades.
Donde empieza el
deber…
Todos los trabajadores de Mamanantuabo reciben
entusiasmados a los universitarios
durante cada rotación. Aunque varios profesores los acompañan, un estudiante
repasa diariamente los planes de producción, el menú del día, las inquietudes
que van surgiendo.
A Rajiv, el secretariado de la FEU de la UC, le encomendó tutelar las
tres brigadas. Aunque conocía bien a sus
compañeros de aula, era la primera vez que dirigía a tantas mujeres, a fin de
cuentas en su año de eléctrica solo hay dos muchachitas.” Guiar a un grupo de
personas siempre es un reto, más aún en estas condiciones. Lo primero que me
propuse fue lograr la unidad en el colectivo y tratar de que las cosas salieran
lo mejor posible.”
La comunicación con los trabajadores también fue primordial
sobre todo si se anhelaba cumplir la meta establecida. “El trato ha sido
magnífico. Han estado atentos a cualquier dificultad o inquietud, han tratado
de resolver lo más mínimo e incluso han compartido con nosotros disímiles
momentos y dentro de sus posibilidades han echo todo lo que ha estado al
alcance de sus manos para que nos sintamos bien”, agradece Rajiv.
¿El final?
Al concluir los 15 días en Mamanantuabo la cifra que
inicialmente pareció utópica, casi se había duplicado. Se habían trabajado 4,5
caballerías.
Junto a las ganas de
ver a la familia, los que se mantuvieron hasta el último momento se habían
forjado como hombres y mujeres, llevaban en las manos la huella de esos días y
la satisfacción del deber cumplido.
Hoy se les ve a futuros eléctricos y periodistas transitando
juntos por los pasillos de la
UC. Aquellos muchachos que una vez fueron desconocidos, ahora
son compañeros, amigos y hasta novios.
Y la muchacha de
principio, que creyó que Mamanantuabo sería el fin del mundo, se alegra de haberse
equivocado. Mamantuabo era solo el comienzo…
PD: La muchacha, era yo.
PD: La muchacha, era yo.
Oye Glenda, si mal no recuerdo esto lo publicaste en Alma Mater, no? Lo que sí rememoro como si fuera hoy es aquella entrevista informal que me hiciste sentada en el vano de una ventana, con tu grabador, para este trabajo. Y las escapadas al restaurancito aquel del pueblo para matar las ganas de comida rica, y el yogur de los viejitos, y el teléfono que se conectaba a internet jajajaja pronto haré yo mi crónica de las añoranzas de Mamanantuabo. Un beso.
ResponderEliminarEfectivamente Mari, lo publicaron en Alma Máter y pensé retomaro después de estos años, ese viaje al campo me trajo uno de los momentos más felices de mi relación con Migue cuando se apareció al campamento un viernes por la tarde, te acuerdas? Y sí, que rico el yogurt y el restaurante del lugar.
EliminarEfectivamente mari, lo publicaron en Alma Máter y pensé retomarlo después de estos años, ese viaje al campo me trajo uno de los momentos más felices de mi relación con Migue cuando se apareció al campamento un viernes por la tarde, te acuerdas? Y sí, que rico el yogurt y el restaurante del lugar.
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