A veces me descubro con gestos de mi hermana Kenia: comerme la uña del dedo meñique mientras veo televisión, gestos al reírme, la cara de deseo ante algunos dulces.
Siento entonces que mi hermana me habita, incluso al respirar con dificultad en mis ataques de asma. A esas horas temidas espero sus manos golpeando suavemente mi espalda, masajeando con mentol mi pecho, o simplemente desvelada a mi lado, vigilando mi respiración, monitoreando mis sibilancias.
Este 12 de enero mi hermana hubiera cumplido 50 años. Harán ya casi 3 que murió en mis brazos, que cerré sus ojos, que despedí su duelo. Pocas veces lloro ya, aunque todavía haya dolor.
A veces me descubro con gestos de mi hermana Kenia. Me habita, vive todavía, en mí.