El
dolor de los jóvenes por la muerte de Fidel no es el mismo dolor que el de
nuestros padres. Nuestro sentir no tiene tal carga de tristeza, porque no hay
tristeza en la esperanza.
Nuestros
padres se sienten huérfanos, nosotros, los más jóvenes, hemos perdido a un
abuelo, de quien hablaremos siempre con orgullo, de quien contaremos en clases
sus hazañas, de quien siempre tendremos algo que decir, incluso para reclamar a
nuestros padres: Si abuelo estuviera vivo…