Por Zulariam Pérez Martí
Alguien los clasificó primero: "Los servicios
estatales son la luna y los cuentapropistas
el sol naciente". Y aun cuando tal predicción astronómica pudiera
estar determinada por muchos factores, incluyendo la diferencia en precios, no
podemos dudar ni un segundo su veracidad si tomáramos en cuenta la calidad del
servicio.
Díganme si no han sentido la frialdad y escasez de
agua potable en los coppelias de Cienfuegos o la presencia de abundantes
meteoritos (en forma de moscones) caer a toda velocidad en los panes exhibidos
en cualquiera de nuestros bares. Y la expresión marciana de los dependientes
gastronómicos, los cuales muchas veces solo gesticulan para evitar el contacto
con simples terrícolas.
Tantas heridas acumuladas hacen dudar entonces
cuando alguien propone comer en un sitio estatal. No es que los cuentapropistas
estén exentos de manchas, sino que prefieres ser agraviado en un espacio físico
donde nunca lo fuiste. Eso de tropezar dos veces con una misma piedra funciona
en la luna, no en el sol...
Pero una colega insistía en el restaurante El
Marinero del Club Cienfuegos, perteneciente a la sucursal del Grupo Empresarial
Extrahotelero Palmares. "Este sitio de la Perla del Sur, da fe de que
calidad y servicio pueden marchar codo con codo al ostentar ya la categoría
Tres Tenedores (...) La clasificación le fue conferida por un equipo del
Ministerio del Turismo y evaluaron entre otros parámetros: confort, imagen,
servicio, mobiliario y gestión del personal", resaltó quien atiende la
esfera del ocio en la redacción y con tal estilo fue transmitida la opción al
grupo de amigos.
La tarde caía cuando la coincidencia de criterios
apostó por visitar el lugar, además atraídos por la vista del mar, los barcos
anclados...
¿Desean comer? ¿Al aire libre o dentro del salón?
¿Festejan alguna fecha? ¿Primera vez en nuestro restaurante?, fueron algunas de
las preguntas de cortesía aun cuando fuéramos cubanos, elemento importante,
pues no siempre funciona así en los complejos turísticos, mas hablaremos de
ello cuando vuelva la luna.
Todavía las embarcaciones se veían nítidas al
sentarnos en una terraza encantadora, de esas que solo dejas de mirar cuando te
presentan la carta y ya pasan cuatro horas sin probar bocado. Muchas, muchísimas
opciones empañaban la vista, pero las sugerencias empezaron a llover y con ello
el pedido que nunca fue escrito por parte del dependiente.
Ni el entrante tan siquiera, ni el vino, ni el
postre..., todo navegaba en la mente de aquel experto que trabaja en "los
tres tenedores". Y como hijos del Período Especial dudamos de su
capacidad, incluso nos movimos inconscientemente de los asientos para tiranos
fotos mientras llegaba el surtido.
La mesa fue puesta y, por cierto, con la cantidad de
cubiertos necesarios para degustar lo pedido, parece un detalle al azar, sin
embargo, muchos centros estatales y del turismo, poseen hoy un número limitado
de esa instrumentación, lo cual congestiona el servicio.
Llegó el vino y los modos de servirlo hizo más noche
a la noche. Toda una maestría, toda una elegancia... Luego, cada uno recibió su
entrante, el plato solicitado, la atención personalizada que incluyó un postre
de regalo para quien cumplía años. Y nada brotó de un papel, nada de unos
asientos marcados en la mente. Todo salía de un servicio pensado para
conquistar espacios en tierra firme. Una comida exquisita, un trato de primera
línea..., como para no dudarlo ni un segundo.
¿El precio? En muchas paladares están más
escandalosos, además eso demanda un estudio en profundidad cuyos resultados nos
obliga a remitirnos en lo vano e
impotente que se pone de a poco el salario y que está al margen de mi
jurisdicción. Otro más.
Hablemos del
restaurante El Marinero y su ejemplo en Cienfuegos. Ojalá toda nuestra galaxia
estatal cercana algún día se contamine con los aires de ese marinero... ¿Será
que le faltan los tenedores a la luna?
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