Me sentí ridícula cuando desperté. La noche anterior había saltado, gritado, levantado las manos, cerrado los ojos, recordado mi infancia. “La imagen frívola y seria de periodista volvió a mi mente”. Aquel estatus supuesto, que nunca he tenido, se había borrado por completo.
Fui a un concierto de Buena Fe, esos que unos no conocen, otros ya no escuchan, y otros como yo viven en cada acorde. Si digo que esa gente ha compuesta la banda sonora de mi vida, parecería más ridículo aún, pero así es.