Eran de los preferidos de mi abuela Josefina. Con ellos disfrutaba de sus danzones y practicaba con su pareja para las fiestas del domingo.
¡Esos cienfuegueros, sí que saben hacer música!, pensaron seguramente todos los cubanos a lo largo de la Isla.
Pocos sabían que había sido Orestes Aragón,- carpintero de profesión, pero músico por oído-, quien fundó el 15 de septiembre de 1939 una de las charangas más importantes de la cultura nacional, en aquel entonces bajo el nombre de Rítmica 39.
Años más tarde cambiaría al calificativo con el cual se hizo popular en la Isla y el mundo: Orquesta Aragón.
En su repertorio sobresalía una amplia gama de géneros como el mambo, la guaracha, el son, el bolero, o el chachachá, ese que fusionaron con los antes mencionados, y que los ha caracterizado durante estos años por un “refinado nivel creativo e instrumental”.
Entre flautas, violines y voces excepcionales, la Aragón fue escuela y acogió en alguna ocasión a grandes músicos: Benny Moré, Dámaso Pérez Prado, Félix Chapotín, Richard Egües, Efraín Loyola y por supuesto, Rafael Lay Apesteguía, quien la dirigió desde 1948 hasta su fallecimiento en 1982, años que marcaron la etapa cumbre de la agrupación.
Luego su hijo tomaría la dirección hasta nuestros días, y con la fusión ahora de sonoridades más contemporáneas continúan en la preferencia de la gente. Sobre todo en estos tiempos de salsa, timba, pop y reggaetón, porque… “lo que bien se escucha, nunca se olvida”, parafraseando un poco el dicho popular.
Entre sus principales producciones discográficas resaltan La Charanga Eterna, nominada a un premio Grammy Latino en el 2002, y Con tremenda sabrosura, mencionada en la categoría a Mejor álbum tropical contemporáneo en el 2009.
Y es que, todos, de manera consciente o no, tenemos alguna memoria de la Aragón en nuestras vidas.
“Un, dos, tres, chachachá, un, dos, tres, chachachá”, han sido las primeras lecciones de bailes de cubanos y extranjeros, casi siempre con temas de esa orquesta.
Incluso entre los más jóvenes, quién no ha tarareado la letra de “Pare Cochero” o “Cachita”, y usado los versos de esas canciones para bromear con esos trabajadores del transporte en el primer caso, o en el segundo, piropear a una Caridad.
“Si tu oyes un son sabrosón, ponle el cuño que es la Aragón”, así inician las presentaciones de la agrupación y, modestia aparte, no han perdido aquella sonoridad que los identifica al instante.
Para más fortuna, tienen ahora el relevo en los Aragoncitos, una joven orquesta integrada por niños y adolescentes cienfuegueros que se empeñar en cultivar la buena música cubana y de paso, rinden homenaje a la “Charanga Eterna”.
Ya han pasado 75 años y difícilmente los puedas escuchar en discos de vinilo, o casetes Areíto. Mi abuela hace tiempo que murió, pero siguen esos músicos entre las listas de música preferida de papá. Tal vez les recuerdan a abuela, o quizás sus años de juventud, no sé.
Son ya tres cuartos de siglo, entre la preferencia de quienes saben apreciar lo que hacer buena música, esa que privilegia los oídos y a los bailadores. Por eso aún, si hablamos de charangas… que suene la Aragón.
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