martes, 21 de enero de 2014

Los privilegios de la miopía (+ canción de Buena Fe)



Cuando era estudiante sus compañeros de aula la recriminaban porque no quería fijarse ni permitía que alguien copiara de ella. Así de trastocados están nuestros valores, que a quien hacía lo correcto le llamaban “fula”.
Tras varios años de deterioro de “estos”, los cubanos nos acostumbramos a vivir con mala educación, groserías y otros fenómenos de este tipo en nuestra vida. Y aquellos que cultivaron esas “maneras” sienten muchas veces que actúan con total impunidad. A tal grado que aún hay quien se siente “intocable” y hace y deshace a su antojo.

Hay todo tipo de fraudes, pero tal vez sea el académico el peor de ellos porque: ¿quién duda que aquel que lo comete en la escuela una vez, no seguirá haciéndolo el resto de su vida?
Desde la infancia estamos rodeados de malos hábitos que nos enseñan a mentir; padres que le realizan a sus hijos las tareas; profesores que solicitan trabajos que no están a la altura de la enseñanza ni de los recursos de la familia; y por supuesto, maestros que inescrupulosamente venden al mejor postor, o a cualquier postor, los exámenes a aplicar.
Con ese ejemplo de algunos tutores, los más jóvenes sienten que cometer fraude no es un delito, y por eso llaman “fula”, a quien no se acoge a semejante hábito.
No son pocos los universitarios que han adquirido su título a base de fijarse siempre de los más estudiosos o inteligentes. Conocimientos que se ponen a prueba luego en la vida laboral, cuando no hay “tacos” de los que copiar y entonces…
No serán acaso esos mismos que hicieron del fraude académico una “estrategia de sobrevivencia en sus años estudio”, los que hoy se empeñan en apropiarse de los recursos estatales y hacer más tortuosa la vida de los demás.
Seguramente las personas corruptas, de doble moral, que hoy sin pudor ninguno abusan de las necesidades de la gente común para estafar a su beneficio, fueron de los alumnos que compraron pruebas o se fijaron de los otros, o le regalaron algo al profesor.
Examen a libro abierto y pruebas de la dignidad fueron algunas de las estrategias para eliminar conscientemente el fraude académico, y aunque en algún que otra aula funcionaron, estas medidas no fueron capaces de eliminar un fenómeno, que ha existido, quizás, desde los propios inicios del ser humano.
A pesar de la insistencia y la regularidad del debate, los “chivos” van y vienen, algunos con la justificación de ser solo para rectificar.
Más allá de excusas, el fraude es un delito recogido en el Código Penal: “revelar contenido de exámenes con ánimo de lucro es sancionado con hasta un año de privación de libertad, o multas, o ambas sanciones”.
La venta de un examen final de matemática, en La Habana hace apenas unos meses y otros sucesos ocurridos en la provincia, han sacado a la palestra, estos malos hábitos que van en crescendo.
Y ya no es solo cuestión de alumnos, sino también de padres y profesores que incurren en estas actitudes, esos que denigran con su actitud el respeto, empeño y tesón de la mayoría de los cubanos.
Por suerte, más que mentiras, aún quedan quienes denuncian estos hechos y apuestan por que cada cual tenga según su capacidad. Al final la vida siempre pasa factura, ya lo canta Buena Fe: Ya no importa si te lo regalaste o si fue regalía/ a la larga los privilegios traerán miopía.






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