Ciertamente quedé impresionada la primera vez que visité el Cementerio de Reina en Cienfuegos. Su estilo de entrerramiento en nichos verticales,-único de ese tipo en la Cuba- y la belleza de sus tumbas, a pesar de lo lúgrebe del sitio, es realmente un trabajo digno de admirar. Sin embargo, fue la escultura de la bella la que realmente me dejó boquiabierta.
Devenida leyenda popular, una pieza funeraria en
Cienfuegos retrata a una hermosa joven que murió de amor a principios del siglo
XX.
La Bella Durmiente,
como la llamaron los pobladores de la zona, es una escultura de mármol blanco
que llama la atención de los que visitan el cementerio de Reina en esta
provincia.
La tradición
narra que un médico francés radicado en Cienfuegos, partió a La Habana por asuntos
profesionales y se mantuvo alejado de su amada por largo tiempo.
Al regresar
al pueblo no la encontró y por pura casualidad, un día que visitaba el
cementerio, descubrió una imagen con el rostro de su enamorada.
Cuentan
también que a partir de entonces, iba cada tarde a velar el eterno sueño de la
muchacha.
La “Bella
Durmiente”, que ha sido identificada como María Josefa Álvarez Moré, simula
estar dulcemente dormida, recostada a una cruz.
En la mano
izquierda sostiene un ramo de adormidera que descansa en su regazo, mientras la
derecha aplasta suavemente a una serpiente.
Debido a
los detalles de la escultura algunas historias señalan que la joven fue mordida
por ese reptil, otras que falleció a causa de una sobredosis de medicamentos o
que murió durante el parto, como consecuencia de una falla renal.
Aun así los
cienfuegueros prefieren creer que fue una fuerte pasión amorosa la que causó la
muerte de la Bella
Durmiente.
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