Las Antillas escultura de Rita Longa |
Así también le sucedió a Camagüey, quien desde su fundación fue
nombrada Santa María del Puerto del Príncipe y terminó siendo solo Camagüey, en
honor a un cacique
que vivió en el territorio, según me contaron algunas amigas.
Y aunque esto, para algún
extranjero, -o incluso algún ignorante
coterráneo- puede a simple vista no significar nada, es solo un pequeño ejemplo
de lo que llevamos de nuestros antepasados.
A diferencia de otros países de Latinoamérica, -donde aún
existen pueblos indígenas-, Cuba es una isla en la que, -si se conoce bien-, pueden reconocerse
tradiciones, mitos y rasgos de la cultura precolombina aún evidentes.
La lengua nacional es un ejemplo
vivo de los rasgos que nos dejó la comunidad primitiva, aportes que además han
contribuido a la identidad cultural del cubano, a su idiosincrasia.
Chorro de Maíta |
Juan
Cristóbal Nápoles Fajardo, poeta tunero durante la época colonial, utilizó
muchos términos que demostraban la vigencia de la cultura aborigen. Aunque uno
de sus más populares poemas “Hatuey
y Guarina”, hace derroche de estos indoamericanismos,
versos más simples y menos conocidos como los siguientes también ilustran, cómo
siglos después de su extinción, las palabras que utilizaron los indios para
nombrar árboles y animales, sobrevivieron a los años y se arraigaron en la
lengua nacional:
“… aquí dónde los jagüeyes,
albergue de los sinsontes
dominan los altos montes,
cubiertos de curugelles…”
Sin embargo, aquellos términos
indígenas no quedaron solo en esos siglos sino que trascendieron y continúan
vigentes aún en pleno siglo XXI.
Sergio Valdés Bernal, en su libro “Los indoamericanismos en la poesía cubana de
los siglos XVII, XVIII, XIX”, los clasificó según para lo que se utilizaran
y así quedaron divididos en:
- Topónimos: Nombres de lugar.
- Antropónimos: Nombres de gente.
- Fitónimos: Nombres de alimentos o árboles.
- Zoónimos: Nombres de animales.
Por solo citar el ejemplo de mi
provincia, son muchas las palabras que usamos diariamente y que sin darnos
cuenta nos remontan a los años antes del descubrimiento.
“Macagua” y “Bejuco” (fitónimos), son
actualmente pueblos del municipio Jobabo (por cierto, también un término
indio).
Además también otros poblados
tienen nombres indígenas como Yariguá, (término hidrográfico), Caisimú (orográfico),
Maniabón y Anacahuita (ecológico). Estos son los llamados topónimos.
También otros como Manatí
(zoónimo), es utilizado para nombrar a un municipio.
Muchos son los casos con los que a
menudo coincidimos y a veces ni remotamente se nos ocurre pensar que son
aportes de las culturas precolombinas, por eso todavía existe gente incrédula
que piensa que lo único que preservamos de los indios es el casabe.
Desafortunadamente aunque aún se les
rinde culto a nuestros antepasados, es menos del que deberíamos.
Son pocos los lugares de mi
provincia donde se puede recordar a la población precolombina. Solo la
escultura de
la Fuente de Las Antillas en el
centro de la ciudad recrea un juego entre aborígenes y la leyenda del nacimiento
de la Isla de Cuba al romperse la calabaza
con la que jugaban.
En todo el territorio nacional,
únicamente dos lugares mágicos sirven
para recrear las costumbres de nuestros antepasados:
Isla de Guamá en Matanzas |
Quién niega entonces que no existan
aún aborígenes en Cuba, una isla que
nunca se llamó Juana como
quisieron imponerle, sino que prefirió el nombre dado por sus primeros
pobladores, así, simplemente CUBA.
PD: Ahora les debo los aborígenes
de Cienfuegos, que también son bastantes.
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