Marcial Gala Olivera no
aparenta ser excelente escritor. Su naturalidad, modestia y pocas palabras,
pueden hacerlo pasar inadvertido entre los transeúntes, pero no así en la
literatura cubana contemporánea.
Varios premios
distinguen su curriculo, pero sin dudas, sus cuentos, novelas o poemas, atrapan
al lector desde que sostiene por primera vez el libro en la mano.
Recientemente
resultó galardonado con el premio Alejo
Carpentier por su novela La
catedral de los negros, pero no fue este género el que lo inició en los
caminos literarios.
“A principios de los
90 participé en un encuentro de literatura por primera vez y fui premio
nacional en el género cuento, y al tener esta suerte me incliné más hacia la
prosa.
Junto a Alberto Vega (decimista) |
"Sin embargo me
sentía más atraído por la poesía, cuya lírica me fascina, es mágica, especial y
como era joven, el poco tiempo que tenía para escribir lo utilizaba en hacer
poemas”.
Sí, porque el joven
Marcial pasaba gran parte del día haciendo ejercicios.
“Practicaba deportes
y en todos fui malo: pesas, fútbol, polo acuático, remo y paracaidismo. Hasta
hace algún tiempo practicaba atletismo y corría diariamente, pero ahora solo
salto suiza en la casa”, confiesa entre risas.
Como todo buen
escritor, leía mucho en sus ratos libres, pero el horario de deportes era
sagrado.
“En los años 80 leía
mucho. No escribía, pero sospechaba que podría acercarme a la literatura.
Además, no leía libros infantiles sino para adultos, desde novelas rusas como La guerra y la paz, Crimen
y castigo, hasta las obras francesas del siglo XIX”.
Luego se aventuraría
en otros destinos para nada literarios.
“Mis caminos en el
arte son algo raros, yo estaba inclinado a las Artes Plásticas, al dibujo, tuve
incluso cierta tendencia hacia las Ciencias Exactas. Me gradué de Arquitectura
en la Universidad Central de Las
Villas Martha Abreu”.
Cuando al fin empezó
a escribir lo aprendido en la carrera le ayudó en sus manuscritos.
Portada de Sentada... |
“La literatura al
igual que la arquitectura, tiene dos dimensiones y para el narrador de ficción
también es importante el espacio. Aunque el argumento no sea cierto la historia
debe hacerse en base a realidades. El lector es capaz de sentir cuándo la obra
no transcurre en espacio real”.
¿Y cuánto de real y
ficticio hay en sus obras?
“El 99 por ciento de
todo es ficticio, pero a la obra siempre hay que darle una apoyatura real.
Matizarla con rasgos verdaderos. Pepe
Cartulina, por ejemplo, es el personaje que he usado en varias historias, y
es mera coincidencia solo porque me gustó como sonaba, pero llega a ser cierto.
Es eso realmente lo que admiro más de los escritores: la capacidad de crear
mundos ficticios que se parezcan al real”.
Aunque ha
incursionado en varios géneros, se siente más cómo con la novela porque en ella
puede incluirlos a todos. “Me gusta crear personajes y puedo trabajar los otros
géneros, es proceso difícil, porque exige mucho tiempo, recursos y sacrificios,
además, puedes escribirlas en meses, semanas y hasta años, pero al final uno se
adecua a las circunstancias y trata de hacer lo mejor. Mis novelas por lo
general no son ni cortas ni largas, aunque Monasterio
fue la excepción, tenía más de 300 páginas".
Hablemos entonces de
la novela premiada, La catedral de los negros.
"La imagen
sobre la catedral la tuve hace varios años. Yo vivía en el poblado de la Ciudad
Electronuclear en Cienfuegos, y una amiga me contó la historia un crimen
violento que sucedió. Me pareció que era idea sólida, se fue sedimentando y
dio paso al libro".
Entrega del Premio Alejo Carpentier |
El premio no lo
esperaba, así lo confesó cuando le fue entregado en la sala Nicolás Guillén de la Fortaleza
de San Carlos de la Cabaña en La Habana, con motivo de la 21 Feria Internacional del Libro.
Actualmente se encuentra escribiendo otro
nuevo texto que lo devuelve a sus primeras creaciones.
“Estoy haciendo otro
libro de cuentos titulado Enemigo
de los Ángeles II. Es la vuelta a lo fantástico, texto en el cual me
adentro en los temas medievales, fantasma-góticos, los cuales me gustan mucho.
Creo que va ser entretenido”.
En la noche de los
últimos miércoles del mes, Marcial no escribe. Ese día, en los jardines de la
filial de la UNEAC en Cienfuegos, se
reúne con amigos y otros interesados, para integrar la peña "El relajo con
orden".
“Varias personas
llegan y me preguntan dónde está el relajo. Le llamamos así porque proyectamos
películas atrevidas que en otros lugares no se pueden ver. Es una peña
narrativa y cinematográfica. Ya nos han acompañado invitados de otras
provincias como Alberto
Garrandés. Pretendemos hacer de Cienfuegos plaza sólida en el campo de la
literatura y la cinematografía".
Antes de concluir
confesó cuál es para él, el mejor horario para escribir.
"Me gustaría
escribir por las mañanas, pero lo hago en la madrugada, aunque eso requiere
muchísimo café (confiesa entre risas). Hay que buscar las horas más lúcidas
para crear".
Con más de una
veintena de publicaciones en Cuba y el extranjero, Marcial Gala es ya un escritor
consagrado en las letras cubanas. Desde sus cuentos, poemas y novelas,
ampliamente reconocidos en varios certámenes literarios, nos lleva de la mano
por el mundo fantástico-real, cuyo escenario es siempre Cienfuegos, esta ciudad
al sur de Cuba, que no lo vio nacer, pero le abrió las puertas a la literatura.
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