Hasta esos años mi cuenta nunca sobrepasó los 80 pesos, (y ya eso era un escándalo), pagados siempre por mi mamá. Aunque en cuestiones de amor tratábamos de dividirnos las llamadas a partes iguales, yo siempre necesité unas cuantas extras para sortear la distancia.
Sin embargo no fueron las de amores las más caras. Cada mes, desde que empecé a trabajar, una parte considerable de los 345 pesos de mi salario, debe destinarse a pagar la factura de ETECSA. La causa también son los amores….. a la familia lejana, cuya necesidad de escucharles diariamente aumenta cada día.
A veces Migue me recrimina porque debo hablar solo lo necesario para ahorrar, pero entre mi familia y yo todo es necesario. Hasta el último chisme del barrio forma parte de esa cotidianidad que teníamos cuando vivíamos juntas y que yo me niego a que desaparezca. Esas llamadas también las dividimos entre ambos, pero no pienso cohibirme de nunca de llamarlas cuando quiera, aunque “no me toque”. No pienso reprimirme el último detalle de mi vida, ni mantenerlas al tanto justo como si aún estuviéramos juntas, porque sí, aún estamos juntas.
PD: Por suerte mis amigas saben que si no las llamo más seguido, o nunca y apenas les timbro al celular, les envío un email o les escribo un comentario en facebook, no es porque las olvide o por tacañería, sino porque ahorro los “kilos” del mes para gastarlos llamando a mi familia.
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