Han pasado casi 5 meses desde que me separé de mi familia, y aún puedo sentir el olor de la que siempre será mi casa. No pasa un día sin que no necesite a mi madre y a mis hermanas. Siempre supe que no estaba preparada para la separación, y aún así lo hice, detrás de un amor incondicional, de esos que llegan una sola vez.
Por eso no me arrepiento, pero cuánta falta me hacen los míos. A veces cuando estoy triste me imagino sentada en una de las butacas de la sala, la del espaldar más maltratado.
En esa sala llena de búcaros, flores y figuritas de yeso, barro o vidrio como le gustan a mi mamá, y que mi hermana Ara odia porque se acumulan en ese pequeño espacio de apenas 9 metros cuadrados.