Cuando
entra en la oficina Manuel Alejandro me dice que ya sabe atarse los cordones.
Infiero que aquella primera entrevista en 2013, ahora le molesta. Tenía 5 años,
jugaba ajedrez y aún no sabía amarrarse los zapatos. A mí me pareció curioso en
aquel momento, pero está claro que hoy, con casi 10 cumplidos, ese chiste a él
no le hace gracia.
Y
a mí no se me ocurriría hablar ahora de eso. En definitiva tiene un «prestigio»
que mantener, sobre todo con las niñas. Mientras evade el tema, su padre me
confiesa que anda de noviecitas, de esas ternuras propias de la primaria: ellas
no lo saben aún, o como en su caso, ellos se sonrojan.
Pero
el verdadero amor de Manuel Alejandro López Suárez ha sido desde siempre el
ajedrez, ese que a los tres años le intrigaba por el largo tiempo que pasaban
sus primos frente a la computadora tratando de lograr un jaque mate. Poco
tiempo después aprendería el nombre de las fichas y sus movimientos.
«Pero
ahora mis primos no quieren jugar conmigo» me indica, seguro de la eminente
victoria.
Le
creo. No se enfrenta fácil a un niño de cuarto grado que juega de «tú a tú» con
los mayores; que lideró en la provincia de Cienfuegos las categorías 9-10 y
11-12 con solo 8 años; que en el campeonato nacional pioneril se ubicó en el
cuarto lugar; y en el recientemente concluido torneo Memorial Capablanca in
Memoriam, alcanzó bronce.
«Me
pareció una competencia buena, organizada, sin trampas. Casi todos mis
oponentes eran niños mayores que yo, de hasta 14 años, algunos incluso con ELO
acumulado, y alcancé el tercer lugar en la categoría sub 10, con tres puntos de
siete posibles».
Fue
esta la vez primera que la prestigiosa competencia cubana incluyó un certamen
para infantes. En la lid efectuada hace unos días en el Hotel Solymar Arenas
Blancas de Varadero, Manuel Alejandro aprendió que el juego ciencia también
requiere de preparación física.
«En
la partida con Diego Enrique Lemus Morales (2014 de ELO) hice tablas, y
estuvimos 5 horas y 20 minutos jugando. Me cansé mucho. Se me inflamó el cuello
y en las próximas partidas no rendí igual. En la última me sentía mal y estaba
incómodo. Pero cuando se alivió un poco el dolor hice una combinación y me
llevé la victoria».
«Quería
regalarle el primer lugar a mi papá por el día de los padres, pero no pudo ser.
Ahora, además de la mente tengo que entrenar el cuerpo: hacer ejercicios
físicos, correr, etc.»
-¿Y cómo haces para salir bien en la
escuela?
-«Lo
llevo todo junto. A veces falto por competencias y me pongo al día enseguida.
En las mañanas tengo clases y entreno por las tardes. En la casa, en la noche,
hago las tareas y sigo el entrenamiento».
A
la vista común podría parecer demasiada carga para un niño de 9 años, pero
Manuel Alejandro no se queja.
Su
preparación la alterna con practicar el fútbol, jugar —ajedrez— en los
dispositivos electrónicos, escuchar música y ver los goles de Messi. Esa
rivalidad de la Liga Española, la lleva hasta los tableros.
-«En
una partida del “Capablanca” el otro niño le iba al Real Madrid y yo al
Barcelona, y le gané».
-Sí.
Desarrollo mi inteligencia en la matemática. Aunque me quiero dedicar al ajedrez profesionalmente, también
me gustaría hacer un doctorado en esa asignatura.
-¿Y en tu aula juegan ajedrez?
-Le
estoy enseñando a mis compañeros, pero a algunos no les gusta porque dicen que
hay que pensar mucho, y se aburren».
«Para
el 14 de junio en mi escuela “Guerrillero Heroico” quieren ponerme 10 tableros
y que haga una simultánea. Trataré de ganarlo todo».
-¿A quién de los ajedrecistas cubanos te
gustaría enfrentar?
-A
Leinier Domínguez.
-¿Y qué crees que pase?
-Posiblemente
le haga tablas.
Reímos
los tres, incluido su padre, que siempre lo acompaña. Juntos repasan los datos
de cada competidor local a quien se enfrenta, los de cada torneo. Juntos hacen
los ejercicios físicos, los entrenamientos, aunque su padre nunca se sienta del
otro lado del tablero, posiblemente porque sabe que Manuel Alejandro le va a
ganar, o va a hacer justamente lo contrario, «para no vencer nunca a papá».
Amante
de las fichas negras sobre las blancas porque le gusta el contraataque, Manuel
Alejandro prefiere los juegos lentos a los rápidos para detenerse a pensar, y
aunque todavía no sabe qué no le gusta del ajedrez, es el rey su ficha
predilecta y el momento más anhelado el final, -faltaba menos.
Con
zapatos ahora bien acordonados, cuyo chiste sigue sin gustarle, y por eso lo recalca,
reconozco en una anécdota, aquella que puede ser su debilidad ante una rival.
-«Papá,
qué lindos sus ojos verdes».
-«Concéntrate,
que vas a perder».
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