“Así como
Olofi- Jesucristo, no hay un solo altar sin una luz por ti”
Algo
divino debe haber protegido a Fidel durante toda su vida. Unos dicen que fue
obra de Lina, su madre, fiel devota de la Virgen de la Caridad del Cobre; otros
que fue la estampa de la patrona de Cuba regalada por una niña santiaguera; y
varios, que fueron los santos de la religión yoruba.
Lo
cierto es que algo divino debe haber protegido a Fidel durante su toda vida. La
forma en que burló el tiempo y el odio; el amor que le profesaron en todo el
mundo; el carisma y la empatía que sintieron por él “apolíticos” devotos de varias religiones y
creencias; arroja una sospecha de cuánto estaba protegido aquel hombre en cuyo
hombro se posaron palomas blancas en más de una ocasión.
Precisamente
ese gesto de las aves, según la regla de Osha-Ifá, es un símbolo de los
elegidos: “dentro de la santería existe un PATAKY que explica cómo los grandes
sacerdotes de la religión santera serán aquellos que Olofi escoge, mandando a
una paloma a posarse sobre el hombro izquierdo”. Y sea casualidad o no, puede decirse que Fidel
fue el Elegido, al menos de la historia.
El
8 de enero de 1959 a Fidel se le posó una paloma blanca en el hombro izquierdo
y quedaría para la creencia popular como la mítica revelación del elegido.
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Su
vinculación con las religiones siempre fue un misterio, nunca supimos cuál profesó
realmente, si bien es cierto que en los primero años de la Revolución eran
vistas con más recelo —según él mismo confesaría a Frei Betto en su libro Fidel y la Religión—, con el trascurso de los años el gobierno
revolucionario convivió tranquilamente con ellas y reconoció los puntos comunes
de su vida con los mandamientos y comportamientos de varias de aquellas.
Pero
no hacía falta que él creyera en religión alguna, cuando muchos practicantes creían
en él, oraban por él, pedían por él, realizaban sacrificios por él, y ahora en
el mundo de los espíritus, seguramente en más de una lo invocarán.
Como
diría un colega habanero: “Cual elegguá, Fidel abre los caminos”. A eso se
dedicó toda su vida, aunque por voluntad propia no quiera ser venerado en estampas,
ni estatuas, mausoleos o templos.
Se
convirtió en el santo patrón de Cuba, sin saberlo. Y tal vez quizás por
casualidad o no, se fue a descansar eternamente bajo la mirada de la Virgen del
Cobre, Patrona de todos los cubanos. Esa misma a la cual su madre Lina le pedía
constantemente que lo protegiera.
Su
nombre, para más profecía, es sinónimo de fidelidad, y no caben dudas que fue
fiel a su pueblo, y ahora serán muchos más sus fieles.
“Un joven entrevistado por la televisión nacional
terminaría su entrevista: “Maferefún Fidel Castro”, que no es más que la
bendición a Fidel.
Mientras, Zaide Romero, de 47 años, declararía al New York Times:
“Nosotros lo
amamos tanto que Fidel no va a descansar como espíritu porque mucha gente lo va
a llamar y clamará por su presencia. Ya varios amigos míos me dijeron que lo
van a incorporar a la Moyumba”, dice. Luego explica que “moyumbar” el
espíritu del mandatario significa que lo invocarán al inicio de las ceremonias
santeras.
“Nosotros
sabemos que, aunque no lo practicó, Fidel se inició en la santería. Mis
ancestros me han dicho que era hijo de Yemayá y los cubanos creemos que era
hijo de Obbatalá. Por eso era tan poderoso, próspero y será una presencia
permanente entre nosotros”.
Varias
iglesias a lo largo del país sonaron sus campanas por el Comandante, y para más
bendición, bajo su mirada Cuba se convirtió en el único país del hemisferio
occidental —junto a Brasil— visitado por los tres últimos pontífices católicos.
Este
domingo 4 de diciembre fue inhumado en plena celebración por Changó el orisha
guerrero de los truenos, los rayos, la justicia, la virilidad, la danza y el
fuego. Seguramente en Palmira, lugar donde está el único templo a Santa
Bárbara, virgen católica sincretizada en ese orisha, muchos de los tambores
también sonaron para él, para abrirle los caminos a su espíritu.
Y
se irá entonces de rojo y negro, los colores de esa deidad, coincidentemente
con los colores de la bandera del movimiento del 26 de julio.
En Guinea, la única vez que se le vio de blanco, algunos dicen que se hacía santo. |
Aunque
muchas de estas afirmaciones sobre la vinculación de Fidel con las religiones
son puras especulaciones del imaginario popular, lo cierto es algo divino debe
haber protegido a Fidel durante toda su vida. Algo divino tan poderoso como el
amor que le profesará siempre su pueblo. Casualidad o no, leyenda o no, Cuba lo
escogió como su líder y lo venera inevitablemente como el Eleggúa que nos abrió
el camino.
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