jueves, 22 de septiembre de 2016

Una nación se levanta sobre sus símbolos


“Este es el colmo”, pensé hace meses cuando escuché cómo ajustaban el volumen de un acto con el Himno Nacional. Para más tristeza solo unos pocos en el auditorio se levantaron rápidamente, con ese reflejo incondicionado que debe surgir cuando se escuchan los primeros acordes de ese símbolo cubano.  Alguien advirtió: “no se preocupen, esto todavía no empieza”. ¡Cuánto irrespeto!
Entonces vinieron a mi mente los cariocas que en el pasado mundial de fútbol, al concluir el tiempo de esa melodía estipulado para tales eventos, continuaban cantando a cappella, a viva voz, junto a los asistentes al estadio, su Hino Nacional Brasileiro.

¿Acaso perdimos los cubanos el respeto hacia nuestros símbolos?
 Podríamos afirmarlo si notamos a quienes mascan chicle o bostezan cuando suena esa música al iniciar un acto; o advertimos una bandera mojarse bajo la lluvia; caída al suelo sin quemarse luego —como me enseñaron cuando era niña—; o peor aún, doblada como sábana blanca cual si se secara al sol.

Pareciera como si olvidáramos todo lo aprendido en la infancia, durante aquellos días cuando el Himno era la música primera, formados en la plaza, firmes, antes de entrar al aula, y solo los mejores alumnos podían izar la enseña tricolor, arriarla al terminar las clases y doblarla en forma de triángulo, siempre con la estrella blanca al frente.
Muchos ni siquiera conocen las notas del Himno Provincial, —me pregunto si acaso saben la existencia de una melodía local de este territorio—, o el significado de la Bandera y Escudo cienfuegueros.
Es cierto que no muchos cubanos han visto alguna vez a un tocororo y para tener una mariposa blanca a veces es preciso internarse en las montañas, pero tales limitaciones no eximen de conocer cuáles son el ave y la flor representativas, cuáles fueron las razones para escogerlos entre la abundante flora y fauna de la Isla.
Mucho se dice de nuestra historia en el Escudo de la Palma Real o Nacional con el sol naciente, la llave del golfo de México, el gorro frigio, su haz de varillas y sus ramas de encina y laurel; y más se sabe de este archipiélago por apenas el triángulo rojo, la estrella solitaria y las franjas azules y blancas de “la bandera más bella que existe”, cual dijera el poema.
Pero símbolos al fin tienen usos y prohibiciones estipulados en la Constitución de la República  que de manera común violamos.
El Himno de Bayamo, por ejemplo no puede entonarse en actividades recreativas, fiestas particulares, como medio de propaganda, en las series, campeonatos, competencias y torneos nacionales y las distintas disciplinas deportivas, salvo a inicio y clausura de estos o como parte de ninguna otra composición.
Por su parte se prohíbe usar la enseña de la Estrella Solitaria como distintivo o anuncio; parte de un vestuario; pintada, grabada o dibujada en los vehículos, exceptuándose en el caso de aeronaves; reproducida en artículos de uso no oficial; cruzada ni junto a otra bandera cubana; en forma de telón, colgadura, cubierta, lienzo, tapete o cualquier modo que impida desplegarse libremente, excepto cubriendo un sarcófago.
Conozco a quienes preferirían un pulóver con la bandera cubana y no la brasileña, española, británica o estadounidense. Pero es más fácil y barato encontrar aquellos. Aunque ¿acaso no dicta la Carta Magna que es irrespetuoso llevar el símbolo en la ropa? ¿Cómo quedamos entonces?
¿Quien no quisiera tener un pulóver del equipo nacional, una gorra también de la selección criolla o esos con frases tales como “I ♥ Cuba”?, pero desgraciadamente, no siempre el bolsillo estimula el patriotismo.
Las banderas por ejemplo, se venden a precios que van desde los cinco hasta los 25 CUC, los vestuarios con alusión a nuestros íconos y héroes, o la guayabera, —atuendo nacional imprescindible “idealmente” en el armario cubano—, se expenden todos a altos precios en tiendas en divisa.
Sé de quienes no tienen de otra que pedirlos a familiares o traerlos desde el extranjero y ¿aquellos sin nadie para tenerlos y deseosos de usarlos, de poseer alguna bandera en casa, qué hacemos?
En cualquier caso, con banderas en casa, o no, el irrespeto a la Patria, a su identidad, es inconcebible, es el irrespeto a nosotros mismos. Ya me lo decía un amigo una vez: “una nación se levanta sobre su símbolos”.

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