“Este es el colmo”, pensé hace meses cuando escuché cómo ajustaban el volumen de un acto con el Himno Nacional. Para más tristeza solo unos pocos en el auditorio se levantaron rápidamente, con ese reflejo incondicionado que debe surgir cuando se escuchan los primeros acordes de ese símbolo cubano. Alguien advirtió: “no se preocupen, esto todavía no empieza”. ¡Cuánto irrespeto!
Entonces
vinieron a mi mente los cariocas que en el pasado mundial de fútbol, al
concluir el tiempo de esa melodía estipulado para tales eventos, continuaban
cantando a cappella, a viva voz, junto a los asistentes al estadio, su Hino Nacional Brasileiro.
¿Acaso
perdimos los cubanos el respeto hacia nuestros símbolos?
Podríamos
afirmarlo si notamos a quienes mascan chicle o bostezan cuando suena esa música
al iniciar un acto; o advertimos una bandera mojarse bajo la lluvia; caída al
suelo sin quemarse luego —como me enseñaron cuando era niña—; o peor aún,
doblada como sábana blanca cual si se secara al sol.
Pareciera
como si olvidáramos todo lo aprendido en la infancia, durante aquellos días
cuando el Himno era la música primera, formados en la plaza, firmes, antes de
entrar al aula, y solo los mejores alumnos podían izar la enseña tricolor,
arriarla al terminar las clases y doblarla en forma de triángulo, siempre con
la estrella blanca al frente.
Muchos
ni siquiera conocen las notas del Himno Provincial, —me pregunto si acaso saben
la existencia de una melodía local de este territorio—, o el significado de la Bandera y Escudo
cienfuegueros.
Es
cierto que no muchos cubanos han visto alguna vez a un tocororo y para tener
una mariposa blanca a veces es preciso internarse en las montañas, pero tales
limitaciones no eximen de conocer cuáles son el ave y la flor representativas,
cuáles fueron las razones para escogerlos entre la abundante flora y fauna de la Isla.
Mucho
se dice de nuestra historia en el Escudo de la
Palma Real o Nacional con el sol naciente,
la llave del golfo de México, el gorro frigio, su haz de varillas y sus ramas
de encina y laurel; y más se sabe de este archipiélago por apenas el triángulo
rojo, la estrella solitaria y las franjas azules y blancas de “la bandera más
bella que existe”, cual dijera el poema.
Pero
símbolos al fin tienen usos y prohibiciones estipulados en la Constitución de la República que de manera común violamos.
El
Himno de Bayamo, por ejemplo no puede entonarse en actividades recreativas,
fiestas particulares, como medio de propaganda, en las series, campeonatos,
competencias y torneos nacionales y las distintas disciplinas deportivas, salvo
a inicio y clausura de estos o como parte de ninguna otra composición.
Por
su parte se prohíbe usar la enseña de la Estrella Solitaria
como distintivo o anuncio; parte de un vestuario; pintada, grabada o dibujada
en los vehículos, exceptuándose en el caso de aeronaves; reproducida en
artículos de uso no oficial; cruzada ni junto a otra bandera cubana; en forma
de telón, colgadura, cubierta, lienzo, tapete o cualquier modo que impida
desplegarse libremente, excepto cubriendo un sarcófago.
Conozco
a quienes preferirían un pulóver con la bandera cubana y no la brasileña,
española, británica o estadounidense. Pero es más fácil y barato encontrar aquellos.
Aunque ¿acaso no dicta la Carta Magna
que es irrespetuoso llevar el símbolo en la ropa? ¿Cómo quedamos entonces?
¿Quien
no quisiera tener un pulóver del equipo nacional, una gorra también de la
selección criolla o esos con frases tales como “I ♥ Cuba”?, pero
desgraciadamente, no siempre el bolsillo estimula el patriotismo.
Las
banderas por ejemplo, se venden a precios que van desde los cinco hasta los 25
CUC, los vestuarios con alusión a nuestros íconos y héroes, o la guayabera,
—atuendo nacional imprescindible “idealmente” en el armario cubano—, se
expenden todos a altos precios en tiendas en divisa.
Sé
de quienes no tienen de otra que pedirlos a familiares o traerlos desde el
extranjero y ¿aquellos sin nadie para tenerlos y deseosos de usarlos, de poseer
alguna bandera en casa, qué hacemos?
En
cualquier caso, con banderas en casa, o no, el irrespeto a la Patria, a su identidad, es
inconcebible, es el irrespeto a nosotros mismos. Ya me lo decía un amigo una
vez: “una nación se levanta sobre su símbolos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario