jueves, 29 de septiembre de 2016

Confinatorio Nacional de Desechos: ¿Es posible confinar la seguridad? +Infografía



La otrora Central Electronuclear de Juraguá será destinada para el Confinatorio Nacional de Desechos Peligrosos, un lugar que requiere de una regulación y controles bien exigentes.

Cuando hace algunos meses se anunció que las instalaciones proyectadas para la Central Electronuclear de Juraguá en el municipio de Abreus, se convertirían en el Confinatorio Nacional de Desechos Peligrosos, muchas preguntas rondaron el tema:
¿Qué se almacenará allí? ¿Por qué Cienfuegos? ¿Existe seguridad para tales propósitos? ¿Provocará alguna enfermedad en quienes viven cerca? ¿Y dónde se almacenan hasta ahora las sustancias a ubicar en este depósito?


“El sector industrial en Cuba constituye el mayor generador de desechos peligrosos (Comisión nacional desechos peligrosos, 2009; Oficina nacional estadísticas, 2008a; Oficina nacional estadísticas, 2008b), anualmente se generan aproximadamente 1 255 749 toneladas de estos desechos, correspondiendo 1 220 362 toneladas a la Industria Básica (97 %). En la actualidad existe una creciente necesidad de gestionar, de forma segura, los desechos peligrosos que son generados por diferentes industrias y entidades de nuestro país. En la actualidad no hay evidencia alguna de que en Cuba exista una cultura bien definida o herramientas para lograr de forma segura la gestión final de los desechos peligrosos generados (CITMA, 2007).”
 
Situada a más de 30 kilómetros cuadrados de cualquier asentamiento poblacional, la terminación de la CEN se paralizó a principios de los 90 del siglo pasado cuando se derrumbó la URSS. Sin embargo, el rigor de las indagaciones previas a su construcción, no solo abaratan la futura inversión sino además, señalan allí una locación robusta para manejos tóxicos.
Tales interrogantes son esclarecidas por varios especialistas del Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos (CEAC) integrado por Regla María Alomá Oramas, al frente del grupo de Socio Ambientales, Zenaida Usagawa Ramos, miembro del grupo de modelación y Ángel Raúl León Pérez, biólogo.
“La acumulación de residuos peligrosos es un problema no solo de Cuba, sino del mundo entero”, explica Alomá Oramas.
“En las propias empresas te das cuenta de la seriedad del problema porque no tienen cómo disponer de tales sustancias. La CEN desde el punto de vista estructural tiene gran solidez y en los inicios de ese proyecto se realizaron varias investigaciones, y de alguna manera también se escogió esta para darle una utilidad práctica a los recursos puestos allí”, coincide Usagawa Ramos.
Sin embargo, los estudios efectuados hace 25 años estaban encaminados al tratamiento de los desechos radioactivos, no tóxicos, por tal razón, los científicos de Cienfuegos realizan con rigor una Línea Base Medioambiental (LBMA) de investigación que aportará resultados a las futuras exploraciones de impacto.
“La LBMA es un estudio multidisciplinario que abarca, en un radio de acción de 10 kilómetros a la redonda, la caracterización del medio físico (clima, agua, aire, mar, suelos), de la biota (vegetación, recursos forestales, fauna y relaciones ecológicas) y de corte económico, social y cultural (población, salud, economía, cultura e infraestructura). Tiene en cuenta además posibles accidentes, escapes y eventos extremos”, apunta Alomá Oramas.
Esa evaluación no será solo el soporte de los posteriores estudios de impacto y tecnología, sino además identificará otros necesarios.
“Está contratada para tres años, con una guía del Centro de Inspección y Control Ambiental (CICA) y con la participación de casi una veintena de especialistas sureños al frente de tareas técnicas específicas en colaboración con otras entidades.
“Sirve para comparar antes y después. Por ejemplo, si en alguna de las localidades cercanas alguien denuncia en un futuro una mayor incidencia de cáncer provocada por el Confinatorio, nuestras averiguaciones previas permitirán determinar la validez o no de esa afirmación”.
No obstante, tales investigaciones previas —apenas en un proceso incipiente todavía— están encaminadas a escudriñar en las vulnerabilidades que puedan existir y por ello la rigurosidad mesurada.
Desde que en 2009 el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente identificara cinco corrientes de desechos prioritarias en el país por su amplia generación, volumen, condiciones de manejo, posibilidades de aprovechamiento y alta peligrosidad, se busca crear condiciones en una única instalación y centrar ahí todos los esfuerzos y recursos para su almacenamiento prolongado.
“Prolongado no quiere decir para toda la vida, porque el Confinatorio es finito, tiene un límite. Se deben crear condiciones y una infraestructura de laboratorios para evaluar la disminución de los volúmenes, su reutilización y neutralización. Esas sustancias deben tener un adecuado aprovechamiento y tratamiento para que no se conviertan en otro problema”, destaca Usagawa Ramos.
“El estudio es tan abarcador que evalúa no solo la tecnología, manipulación y la forma de almacenamiento, sino incluso la transportación, la corrientes de aire, la situación climatológica, etc.”, indica León Pérez.
Varios organismos están involucrados en tal proyecto para la conservación segura de desechos y productos químicos caducados existentes en el país, y evitar así la acumulación, contaminación del medio ambiente y las afectaciones a la salud de la población.






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