No quería hacerlo, pero no quedaba de otra. Su novio le había pedido una foto que guardaría en su teléfono para recordarla cuando no estuvieran juntos. Al principio dudó, pero luego se desnudó con vergüenza, como quien lo hace en público, se relajó y comenzó a posar.
Luego de aquella tarde el celular comenzó a ser parte de la relación. Lo mismo la filmaba bailando provocativamente, haciéndole la felación o en pleno acto sexual. Ella se veía desnuda, completamente, a él nunca se le descubrió el rostro.
Llegó a decir que si no era de esa forma él no podía excitarse, que nadie vería nunca ninguno de aquellos archivos, que los había encriptado, que los guardaba con contraseña…. pero no hay secretos entre el cielo y la tierra en el mundo de los informáticos.
Su celular cayó un día en manos habilidosas y la reputación de ella cayó también.
Historias como estas pueden ser comunes y aunque tal vez estudios estadísticos no los refrenden, desde hace algunos años, con el desarrollo de las nuevas tecnologías, existe una tendencia a filmar la intimidad de las parejas, mucho más en aquellas jóvenes.
Un celular, una cámara y hasta la web cam de una computadora sirven a quienes desean descubrirse en una pantalla, grabarse para disfrutarse luego, o simplemente probar nuevas formas de incentivo sexual.
En Cuba, a pesar del poco acceso aún a la Internet y la telefonía móvil, fenómenos ya generalizados en varios países como el sexting o sexteo (envío de imágenes y mensajes calientes a través de SMS) no tienen amplias repercusiones, sin embargo, de dispositivo a dispositivo se trasmite pornografía profesional o amateur, internacional o nacional.
Hace algunos años circularon en la Isla carpetas con provincias y hasta universidades, y siempre eran mujeres las implicadas, pocas veces se veía el rostro de un hombre.
“Mira la loca esta” o “qué rica está esa jeva”, son varias de las expresiones escuchadas a quienes transportan todavía en sus memorias flash tales archivos con nombres tan “sugerentes” como XXX o No borrar.
Siempre la figura femenina en detrimento, a la larga la más perjudicada, aunque en los tiempos que corren también aumenta el consumo de pornografía en las mujeres.
¿Soy soberano de mis desiertos y pantanos?
La exposición femenina puede comenzar por imágenes tan “aparentemente” inocentes como las fotos de 15.
Alexei, un joven fotógrafo de 35 años comenta cómo muchas adolescentes quieren tirarse fotos semidesnudas, con apenas un poco de tela encima.
“A veces el mismo fotógrafo las propone, otras son ellas mismas quienes vienen ya incluso con la idea de cómo será. Igual pasa con las mujeres embarazadas quienes posan completamente desnudas (en poses poco reveladoras de las partes más íntimas) para que se vea mejor la barriga grande”.
En las relaciones íntimas de parejas por su parte ocurre a veces que la mujer decide acceder a tales exposiciones por la conducta coercitiva del otro, el chantaje emocional y el miedo a dejar de ser amadas las lleva a posar para fotos y exponer su intimidad, otra forma de ser violentadas, la cual se vuelve más dolorosa cuando las imágenes son vistas en público.
“A mí no me mal”, me confiesa una joven universitaria que prefiere el anonimato. Mi novio y yo nos hemos filmado, tirado fotos, pero siempre las borramos después para que no haya casualidades”.
“Pues a mí eso no me gusta”, dice la compañera de aula. “Sé de imágenes que se riegan luego y entonces la muchachita no puede con la vergüenza”.
Las víctimas de tal violación a la privacidad, ya sea de manera consciente o no, son casi siempre mujeres, como casi siempre son las féminas quienes acceden a tales exposiciones. Y muy pocos deciden no divulgar los materiales cuando los tienen en sus manos, sean conocidas o no.
“Mira es aquella” o “Lo hizo por que quiso”, pueden ser de los comentarios menos hirientes, pero la cruz de verse en la pantalla pública puede marcar su reputación por muchos años.
“Yo no estaría con una mujer en esa situación, para mí es una p…” dice un muchacho que contradictoriamente ha experimentado tal fenómeno con su pareja. “Una cosa es conmigo, y otra que todo el mundo la vea”
La psicóloga y Máster en Sexualidad, Elia Marina Brito Hidalgo ofrece formas alternativas de mirar este fenómeno.
“Todo eso es erotismo. Todo eso es placer, y todo lo que ocurra en aras de esto, siempre y cuando la pareja esté de mutuo acuerdo y lo compartan por placer satisfactorio, saludable, bienvenido sea. Eso la pareja lo construye. La pareja lo aprueba o lo desaprueba. No existe un paradigma para eso.
“No es malo que la pareja o que una persona disfrute de una película o de un material determinado donde haya desnudos, relaciones sexuales, siempre y cuando esto no tenga otro fin que ese: el de la búsqueda de un placer saludable”.
Incluso muchas, con el desarrollo de las nuevas tecnologías, deciden acortar las distancias físicas y sexuales con estas, sin embargo, quienes deben ser cuestionados —explica la Master en Sexualidad— son los que violan tal privacidad.
“Se debería ver quien fue la persona que interrumpió esa comunicación que debería ser personal”.
No pongas coto, quiero tu foto, quita esa cara de pena
En muchos países las propias leyes castigan y sancionan a quienes cometen este delito, sin embargo, otra nueva forma posibilita abusar de las mujeres sicológicamente: La PornoVenganza.
Tal práctica consiste en divulgar las fotos de parejas, principalmente mujeres, es hecha la mayoría de las veces por hombres despechados tras una ruptura o infidelidad.
Aunque normalmente la víctima conoce quien pudo “regar” sus fotos o videos, no existe hasta ahora el registro de ninguna denuncia por tal hecho, y al mismo tiempo ¿cuál sería la acusación?
Artistas, deportistas y otras figuras de popularidad en la Isla se han visto en embarazosas situaciones al ser descubierta al público su intimidad, y en esos casos y el de otras jovencitas, no siempre se asume la situación de igual forma.
“No todos pueden sobreponerse de la misma forma”, comenta la sicóloga Ara B. Ibarra. Hay quienes se esconden un tiempo y evitan verse en público, otras son rechazadas por amigos, conocidos, la pareja actual o la propia familia, y en los menores casos pero más preocupantes muchas comenten intentos suicidas”.
“Cualquier tipo de abuso emocional, por el método que sea, es también violencia”, acota B. Ibarra.
Vouyeristas al descuido, atraídos por curiosidad
Andan con una carpeta permanente en la memoria, a veces como archivos ocultos, a veces a la vista de todos, a veces camuflajeado con otro nombre. Allí donde solo él sabe trae las fotos que le tomó a su novia desnuda, esas que colecciona como trofeos de batallas ganadas. Allí las tiene organizada por nombres, fechas y hasta posiciones eróticas. Todavía no las enseña a sus amigos, pero ese momento llegará. Allí las esconde, para que su novia de turno no las vea, para que nunca sepa que aquel día que le dijo que las había borrado, le mintió.
Junto a las fotos “que encallan en anónimas pantallas” y que todos quieren ver para ver si reconocen a alguien, existe también una tendencia a la pornografía y otros materiales “fuertes”, ya no solo exclusivos para hombres.
“No creo que la pornografía degrade a las mujeres. Las mujeres que la practican quieren hacerlo. Nadie les está apuntando con una pistola a la cabeza. No entiendo cuál es el problema” dijo una vez sobre el tema la cantante de pop Madonna.
Otras personas afirman que la pornografía es simplemente una “válvula de escape” que las personas usan para disipar sus impulsos sexuales. Su efecto, dicen ellos, es “catártico”.
Aun así, respetando cada decisión, la figura de la mujer es vista como un “pedazo de carne” y tal imagen no es exclusiva de esos videos censurados. También los artistas, quienes presentan a las féminas como un símbolo sexual, las muestran ahora en videos clip más comerciales, -no hechos para la televisión- en toma completamente pornográfica, donde incluso el cantante de turno se lleva como trofeo de guerra, dos de ellas a la cama.
Aunque cada cual es libre de las actitudes que adopta, un estudio estadounidense alerta sobre el accionar del hombre hacia la mujer tras consumir pornografía.
Neil Malamuth, Ed Donnerstein y Dolf Zillman, tres de los principales investigadores de la violencia sexual, han declarado que, en general: “La pornografía insensibiliza. El ver estos materiales, sean estos violentos o no, coactivos o no, aumenta experimentalmente la conducta agresiva del hombre contra la mujer, y disminuye la sensibilidad, de tanto el hombre como la mujer, hacia la violación sexual y hacia la situación deplorable de las víctimas.
“Tanto los hombres como las mujeres, después de haber visto este material, creen que la mujer que ha sido víctima de una violación sexual ha sido menos perjudicada, es menos digna y hasta es responsable de su propio sufrimiento.
“Esta investigación demostró que, luego de haber visto brevemente un material pornográfico, las dos terceras partes de los varones universitarios estarían más dispuestos a obligar a una mujer a realizar actos sexuales, si se les pudiera asegurar que no serían atrapados o castigados.
“Un tercio de los estudiantes expresó sentir un aumento del deseo de cometer una violación sexual.
Tales cambios, ciertamente escalofriantes tomando en cuenta que la mayoría de las violaciones sexuales no se reportan, muestran como en esta era donde publicamos nuestra intimidad, también está desprotegida la mujer.
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