Tras mucho
rogar, el mercado mayorista para las nuevas formas de gestión no estatal vio la
luz hace poco en el contexto económico cubano, aunque la algarabía por las recientes rebajas de
precio le restó protagonismo a su nacimiento. Pero les digo algo: nació
jorobado, defectuoso, porque de otro modo el grueso de los cuentapropistas
tuvieran acceso, y no lo tienen.
Así lo establece la Resolución No. 61 del Ministerio de Comercio Interior (Mincin), en vigor desde el pasado 2 de mayo, al incluir solo a las cooperativas no agropecuarias del sector y a los trabajadores por cuenta propia en arrendamiento como los únicos autorizados a desarrollar relaciones con entidades productoras y comercializadoras.
Así lo establece la Resolución No. 61 del Ministerio de Comercio Interior (Mincin), en vigor desde el pasado 2 de mayo, al incluir solo a las cooperativas no agropecuarias del sector y a los trabajadores por cuenta propia en arrendamiento como los únicos autorizados a desarrollar relaciones con entidades productoras y comercializadoras.
La medida supone
algunos pasitos hacia adelante respecto al vacío anterior, pese a dejar en el
ambiente varias especulaciones sobre el porqué de su restricción, toda vez que existen
en el país más de medio millón de cubanos involucrados en negocios privados, con
un aporte aproximado del ocho por ciento a los ingresos del presupuesto
nacional.
Si focalizamos
su impacto en Cienfuegos sería prácticamente nulo, pues salvo algunos locales
arrendados de la gastronomía y los servicios, el Grupo de Comercio en la provincia
solo cuenta con una cooperativa no agropecuaria (la cafetería Pinos Altos) y, de
ponernos serios, debiéramos anotar también la ineficacia del sistema de
arrendamiento en zonas intricadas, al punto de quedar paralizado durante algún
tiempo.
A quiénes favorecen
entonces genera incertidumbre. Honestamente, pienso que hablar de la acción del
mercado mayorista aquí resulta cuando menos un eufemismo, sobre todo porque la
mayoría real, los emprendedores, continuarán sirviéndose de la red minorista de
comercio y, además, restándole posibilidades de compra al trabajador estatal.
La complejidad
del tema toca fondo en la opinión de internautas en nuestros medios oficiales,
al considerarlo un intento de obstaculizar el paso al emergente sector por
cuenta propia, incentivando a los empleados de Comercio a apostar por el
arrendamiento o cooperativismo, e incluso, a contratar a quienes lo deseen en
esas formas de gestión, donde los “dueños” carecen de propiedad sobre el
inmueble. De ser así, tal enfoque entraría en contradicción con la propia pretensión
del gobierno de despojarse de aquellos encargos que clasifican como no
fundamentales.
Por supuesto, el
contexto político juega su rol, dado el interés de la administración de Barack
Obama de empoderar la privatización en el archipiélago con el propósito de frustrar
el proyecto socialista cubano, sin olvidar la capacidad, improbable, de nuestro
sistema empresarial para garantizar un volumen superior de suministros.
Otro punto
nebuloso implica la expresada voluntad — según el periódico Granma—de que el
mercado mayorista “no solo despejará de inciertos los canales de acceso a los
suministros, sino que las relaciones costo-beneficio serán otras, y por ende,
la especulación de precios que tanto afecta a la población deberá ir en
descenso, o al menos variar en términos de protección al consumidor”.
Una afirmación
de ese tipo no cabe siquiera en el marco de lo legislado en la Resolución No. 124
del Ministerio de Finanzas y Precios (MFP), que faculta a las formas no
estatales para fijar precios bajo el principio de oferta y demanda, aun cuando
las cooperativas tengan ahora la posibilidad de adquirir materias primas para
su actividad con un descuento del 20 por ciento del monto minorista, siempre
que cubra todos los costos, gastos y compromisos tributarios. De forma
excepcional, puede el Consejo de Administración Provincial (CAP), conciliar el
tope de precios previo acuerdo con la cooperativa. O sea: la desregulación persiste.
Y tampoco habrá una solución inmediata al mercado negro que deriva de los establecimientos
del Estado.
No obstante,
casi seis años después de la apertura al emprendimiento económico, al menos se crea
una estructura llamada mercado mayorista.
Algo es algo,
diría un amigo mío.
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