La noche se ilumina de una forma diferente el 27 de enero. El día amanece distinto el 28. El peso de una tradición de más de 60 años alumbra con fuego la noche de vigilia martiana; horas más tarde se espera el nacimiento de un hombre, del más universal de los cubanos y también por qué no, del más puro, a pesar de sus humanas imperfecciones.
Es posible que para algunos la marcha de las antorchas no sea un acercamiento a José Martí y seguramente muchos de los niños que se disfrazan de sus personajes en el desfile del 28 de enero conozcan solo Loszapaticos de rosa, pero el hecho de caminar sintiéndolo, o al menos escuchando su nombre en arengas y consignas, nos acerca a quien fuera por sobre todas las cosas, patriota.
Pasa el tiempo y Martí se nos aparece en cualquier fecha, a veces a tiempo, a veces lamentablemente, demasiado lejos en vida, pero nunca, a pesar de la tardanza, en vano.
En la víspera de la vida, el amor, el patriotismo, la soledad, la espera, la esperanza; en la víspera del futuro siempre.... Martí.
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