Cuando era
niña mamá y papá nunca se enfermaban. No recuerdo ni siquiera alguna vez que
tuvieran catarro, o les doliera la cabeza. Para mí eran inmunes a las
enfermedades. Siempre estuvieron fuertes: para cuidarme en los días de fiebre
alta o llevarme al policlínico durante mis crisis con asma. Incluso mamá solía
montarme en bicicleta hasta la plaza en plena madrugada, bien abrigada para que
no me diera el sereno, pero cogiera aire y respirara mejor.
Pero
aquellos días acabaron, aunque mi asma aparece de vez en cuando, con los
cambios de tiempo, y ahora me preocupa a mí la salud de mis padres, mi hermana
mayor.
Cuando
éramos niños /los viejos tenían como treinta/ un charco era un océano/ la
muerte lisa y llana/ no existía.