Pareciera un
capricho del destino, de esos que la gente acepta, pero en el fondo no
comprende. ¡La vida, que se empeña en las coincidencias, para dejarnos
boquiabiertos!
Cuando conocí de su amistad en la Universidad de Camagüey, descubrí que
la carrera y el segundo nombre eran pocas de sus muchas cosas en común. En esa
casa de altos estudios ¿quién no conocía a Fidel y Raúl, los estudiantes de
periodismo?
Al primero, cuya madre tenía fecha de parto
para el 26 de julio pero se atrasó dos días, el padre le puso así por el líder
de la Revolución; al otro -que para más casualidad nació un 13 de agosto-, los
abuelos maternos querían llamarlo también como el Comandante en Jefe, pero pesó
más la tradición del padre y abuelo nombrados Raúl (casualmente igual al
hermano menor de los Castro Ruz). Entonces para el segundo escogieron
Alejandro, que era el seudónimo de Fidel. Al final todos felices.
Amistad como la suya se ve poco, entre broncas por equipos
de fútbol diferentes (solo en mundiales porque ambos siguen el Barza); puntos
de vistas opuestos “cual matrimonio mal llevao”, como suelen decirle los más
cercanos; y hasta si uno baila y el otro fuma, esos dos veinteañeros pueden
recordarle a cualquiera la historia de los dos hermanos que han llevado sobre
sus hombros esta Revolución.
Irreverente y rebelde uno, mesurado y analítico el
otro, pero siempre consecuentes, en ambos se descubren coincidencias, aunque no
tengan ni si quiera el mismo tamaño, o color de la piel.
“La vida tienes esas cosas raras. No podíamos ser
más distintos y somos mejores amigos”, afirma Fide, como le dicen
cariñosamente. “Fácilmente podríamos decir que somos como hermanos, lo único
que no compartimos son las mujeres”.
Entre las pocas anécdotas amargas que le han traído
sus nombres, Raúl recuerda aquella tarde de softbol cuando a ambos se le cayó
la pelota y fue imposible sacar un dobleplay y perdieron el juego.
“Entonces un compañero del equipo gritó: ¡Del carajo,
Fidel y Raúl fueron los que embarcaron esto! y comenzamos a protestar. Entonces
las personas que estaban por allí pusieron cara seria y tuvimos que explicar lo
que había sucedido”.
Asimismo ambos fueron dirigentes de la FEU en la
universidad y a la gente le parecía un poco raro mencionarlos en la misma
oración. Pero fueron de los buenos, por eso nombrarlos juntos nunca hubiera
sido irrespetuoso.
Rebeldes, sí cada uno a su forma, aunque de maneras
distintas defiendan lo mismo. Apasionados por las causas que creen justas, esas
con las que son consecuentes hasta el final.
Amigos siempre, porque ese sentimiento “es una
especie de vitamina de rescate para no naufragar en la cotidianidad, en los
problemas diarios, es el salbutamol del asmático, la PC para el informático y
la pelota de fútbol para Neymar”, ninguna mejor definición que esta de Fidel.
Dos “compinches” capaces de hacer historia como los
dos hermanos, coexistiendo los cuatro en el mismo paralelo, tiempo y latitud.
Esa es la responsabilidad y el compromiso, de ser amigos, andar juntos y
llamarse Fidel y Raúl.
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