Supe por primera vez de él a través de la canción M con A, N con I, de la tía Rosa. Años más tarde lo vi llegar a mi centro de trabajo y no imaginé que aquel señor con bastón era el tío Beltrán que tantas veces había repetido en aquella melodía de la infancia.
Sin embargo, mucho antes de que esa canción para niños lo diera a conocer por Cuba, ya Leopoldo Beltrán Moya dejaba en Cienfuegos su huella imborrable.
Más de ochenta años han pasado desde que vino al mundo el seis de octubre de 1930. A pesar de la pobreza del hogar y las duras condiciones de vida, agravadas además para quienes tenían la tez negra, supo formarse como un hombre virtuoso.