El día que mi mamá cumplió 60 años me fui con ella
de compras. Mi padre me había regalado unos pesitos para dárselos y ella,
indecisa como la cucarachita martina, decidió gastarlos en un par de zapatos
para salir.
Varias vueltas dimos para encontrar los indicados,
pero más que esos accesorios, que por cierto mamá no usó más de cinco veces, el
recuerdo de aquella tarde mágica solas, ella y yo, es uno de los mejores momentos
de mi vida
Cual reina, hasta unos mariachis le cantaron a la
entrada de un restaurante donde fuimos única y exclusivamente a tirarle una
foto en esos asientos grandes y cómodos, que por caros no sé si podrá algún día
tener.
Un bicitaxero, la paseó como quien monta una
carroza, y hasta cuando nos sentamos a comer helado fue tratada como la realeza
que es.
A todos yo les decía que era su cumpleaños, porque mamá
me ha hecho siempre feliz.
Mamá tiene ya 62. De ella he aprendido las cosas más
nobles de mi vida. De ella heredé el carácter jovial, la sonrisa permanente y
la constante ilusión de la bondad en todos los seres humanos.
Mamá es mi adoración mayor, y aunque a veces cree
que la he dejado de querer por la distancia y el tiempo sin vernos, mamá es mi
gran amor, y lo será siempre. Por eso estas letras para ella, escritas a media
tarde.
PD: Esta la única foto que quedó de aquel 10 de octubre mágico, después de que se rompiera el disco duro.
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